Editorial


Llega la temporada turística

La temporada turística de junio en Cartagena siempre es agitada, y suelen repetirse muchos de los mismos problemas por la aglomeración de carros y peatones, y por la falta de soluciones a unas necesidades viales que vienen de muy atrás. Nuevamente llegó la hora de los vehículos con placas fueranas –de conductores extraviados o despalomados- metidos en contravía por cualquier calle; de niños con medio cuerpo por fuera de las ventanas de los carros, tomando el calor y el sol, y exponiéndose a un accidente terrible; de más carros que los usuales, aparcados sobre los andenes, como en una Bogotá que ya se olvidó de los mimos de Mockus y de los bolardos de Peñalosa; en fin, llegó otra temporada turística. Las autoridades tienen por delante unos días de trabajo arduo para evitar algunos de los males que trae el incremento súbito de la población, que también incluye a rateros; asaltantes de residencias, con o sin residentes; fleteros y criminales de extramuros pescando incautos; jóvenes borrachos tras el timón de los vehículos de unos padres tocados por el sol, que dejan buena parte de la prudencia en casa; y trancones en las entradas a la ciudad, especialmente por la Zona Norte, con conductores que parecieran tener una tara que les impide conducir en fila sin invadir el carril contrario. Repetimos, llegó la temporada de vacaciones de junio y la Calle 70 de Crespo volverá a ser una zona de “guerra”; lamentaremos el atraso en la construcción de la trinchera -que no será túnel- a lo largo de la playa entre Comfenalco y donde la Calle 70 se convierte en el Anillo Vial; y notaremos que la entrada por la Cordialidad entre El Pozón y los “Cuatro Vientos” parece un área recién bombardeada. Y algo parecido pasa en otro frente: el marino. La Capitanía tendrá que tener cuatro ojos para evitar las “perradas” usuales de las embarcaciones piratas que zarpan de muelles clandestinos y cambiantes sobre la avenida Miramar, Bocagrande, el Centro y hasta El Bosque. También tendrá que asegurar las salidas a las Islas por La Escollera y por Bocachica, y evitar los colados por El Dique o por el Varadero, quienes suelen incumplir alguna de las normas de navegación hacia el archipiélago del Rosario: no hay salvavidas suficientes a bordo y los que hay están dañados; la lancha tiene un solo motor y es de borda baja; el radio “acaba” de quemar un fusible y no funciona; y tampoco tiene ancla, primeros auxilios, ni un cabo largo para anclar. Si la temporada es buena, no habrá lancha que se quedé encaramada en las trojas de las marinas, y los “pilotos” que todos los navegantes locales evitan contratar por ineptos o malas personas, zarparán al mando de alguna embarcación de dueño foráneo e ingenuo, poniéndolo en peligro a él y a los demás navegantes. No sabrán cuál lado de las boyas rojas o verdes indican agua profunda, ni que la boya 50 exige hacer “cero olas”. Las salas de emergencia de los hospitales estarán llenas de cortados, intoxicados por tragos o mariscos ambulantes, y quizá hasta volvamos a hablar del paseo de la muerte. No hay duda, llegó la temporada de junio, y todos tenemos que ayudar a que transcurra bien para locales y visitantes.

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