Editorial


Los aliviaderos

En buena hora se inauguró el primero de tres aliviaderos, o viaductos, en el terraplén entre Corralito (Arjona) y el puente de Gambote.
Esta nueva estructura y las dos que le seguirán se asemejan a puentes –y funcionan como tales- insertados en el terraplén para que por allí desagüen las crecientes y le quiten la presión a la bancada de la carretera, que estuvo a punto de ser destruida en los inviernos de 2010 y 2011.
Los bolivarenses recordamos que en lo peor de las lluvias de esos años una o dos hileras de sacos llenos de arena defendían débilmente la bancada, y que en algunos sectores el agua pasaba de un lado a otro a través de esta barrera, afortunadamente sin hacer ningún daño grave. Un poco más agua en ese momento se hubiera llevado la carretera que comunica a Cartagena y su puerto con buena parte del interior del país.
Los habitantes de Gambote se quejan porque creen que mientras más agua pase a través de los viaductos, menos será la capacidad del sistema lagunar al norte de la bancada para absorberla y que subiría rápidamente, inundando el pueblo de manera más veloz y contundente.
El Universal consultó ayer a un vocero de la firma que construye los viaductos y nos aseguró que aguas abajo de Gambote, y más particularmente de los viaductos, no hay estructuras que puedan retener la creciente y acelerar una posible inundación del caserío, sino que se evacuaría muchísimo más rápido de lo que lo hace ahora. Si Gambote se llegara a inundar, no sería por culpa de los viaductos, sino porque la severidad de la creciente lo haría inevitable con o sin estos.
Las quejas de algunos gamboteros son entendibles. Aunque puedan creer seriamente que los viaductos no servirían para lo que fueron diseñados, no tienen argumentos técnicos para sustentarlo y es imposible que los ingenieros del proyecto diseñaran las obras sin garantizar la seguridad de Gambote.
Es más probable que haya una sensación de pérdida en algunos sectores de la comunidad porque no hubo consulta previa ni la oportunidad para obtener beneficios de ella, como ha ocurrido de manera bien publicitada en otros lugares.
De todas maneras, el Estado debería ocuparse de trasladar a los habitantes de Gambote a otros pueblos, a viviendas dignas, porque no es viable permanecer en el mismo lugar ni pueden sus habitantes pretender perpetuar el esquema de tener negocios particulares sobre los hombros de la carretera y que autos y camiones aparquen sobre uno de los carriles, impidiendo la movilidad.
Una vía rápida de esta naturaleza implica un cambio de paradigma en habitantes y autoridades. No puede haber competitividad cuando las vías son estranguladas por negocios particulares, sean de quien sean. Sin disciplina no habrá infraestructura vial que valga en el país ni movilidad eficiente.

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