Editorial


Los avances del Canal del Dique

Al fin parece despegar la viabilidad para las obras que eliminarán los aportes de sedimentos del Canal del Dique a la bahía de Cartagena, que amenazan la viabilidad del puerto y alteran su ecosistema, que ahora podrá recobrar la salinidad propia del agua de mar y algo de la fauna y flora correspondiente.
El periplo del Dique es largo y tortuoso, no por las 50 curvas (eran 350) de su cauce de 115 kilómetros entre el río Magdalena y la bahía de Cartagena, sino por su infortunio ante los gobiernos sucesivos, especialmente el causante de sus últimos 8 años de inmovilidad, o peor aún, de retroceso. Pero como ahora sí se harán las obras necesarias y probadas en el mundo, el retroceso debería ser un avance.
Todo depende del aval oportuno del Ministerio de Ambiente, que parece inclinado a darlo, puesto que las demás instancias hicieron lo propio. El ministro de Transporte y su equipo legal concluyeron que el contrato existente permite los cambios en diseño, Cormagdalena está de acuerdo, y el presupuesto es suficiente para construir las esclusas, estructuras de control de agua a los humedales vecinos, y artefactos para frenar la intrusión de la cuña salina, entre otras.
Las obras tienen la ventaja de que garantizarán los requerimientos ambientales de los cuerpos de agua vecinos, de las comunidades ribereñas, y mejorarán su navegabilidad, especialmente en la embocadura y desembocadura en Calamar y Pasacaballos, respectivamente, los dos puntos de estrangulamiento más frecuente por calado bajo.
Los trabajos incluirán una genialidad para atrapar sedimentos que ha sido bautizada la “cangreja” porque su silueta, vista desde arriba, se asemeja a esta criatura con las muelas extendidas en trance de pelea. Concluida esa trampa de sedimentos, allí irán buena parte de las aguas del Dique, que de todos modos llevarán mucho menos lodo porque las esclusas reducirán su entrada a cantidades casi insignificantes.
La interventoría la haría el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos, la entidad que maneja un río de verdad, el Misisipí, la vía fluvial gigante de los Estados Unidos, experiencia que avala su idoneidad, aunque no sea la única; y la Universidad de Cartagena, que sin tener los recursos de la organización anterior, no es una neófita en la ciencia de la hidráulica, y conoce bien las condiciones locales. Esta asociación simbiótica producirá una transferencia de tecnología útil para ambas partes.
Por otro lado, buena parte de las intervenciones factibles en el Dique fueron estudiadas y propuestas por la Universidad del Norte, que a su vez tuvo algunos insumos de los holandeses de Haskoning, por lo que su trabajo también estará representado en la solución de los problemas del Canal del Dique. Reconforta este toque Caribe, sin estrechamientos pétreos ni estrecheces mentales.
Una vez más Cartagena está esperanzada en las obras del Canal del Dique, pero esta vez con el aliciente de que en la cabeza del Ministerio de Transporte, hay cerebro.
 

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