Editorial


Los Cuerpos de Paz

Ayer fue anunciada la llegada a Colombia de los Cuerpos de Paz (Peace Corps) de los Estados Unidos de América, una iniciativa del gobierno de John F. Kennedy para contrarrestar la ofensiva política de Cuba en América Latina y del comunismo en el resto del mundo, que comenzó a operar aquí en 1961, en el marco de la llamada Alianza Para el Progreso. Esta Alianza intentaba cambiar las “condiciones objetivas” de Colombia para evitar que fuera terreno fértil para el comunismo, y parte de su esfuerzo se centró en la modernización del campo –incluyendo la reforma Agraria y el Incora-, y aún quedan regadas por la campiña colombiana algunas estructuras metálicas, corrales y otras instalaciones financiadas con dólares de ese programa. El Distrito de Riego de Marialabaja también es producto de aquella época. Los muchachos que venían entonces eran idealistas, como sólo lo pueden ser los jóvenes de 18 a 20 años, la misma edad de los 20 voluntarios que vendrán en el tercer trimestre de 2010. En Colombia hubo más de 4.600 miembros de los Cuerpos de Paz entre 1961 y 1981, cuando tuvieron que salir por la inseguridad. Los Cuerpos de Paz tienen 7.671 voluntarios en 76 países, aunque la cantidad total que ha pasado por esa institución hasta ahora es de 200 mil voluntarios, y han estado en 139 países. En la época de su periplo por Colombia, trabajaban en nutrición, salud, agricultura, educación y microempresas. En esta ocasión, se habla de que estarán dedicados principalmente a la enseñanza del inglés. Esto tiene mucho más sentido, ya que a los jóvenes de edad tan corta no se les puede pedir experiencia en ningún campo salvo el de su propia lengua. Como es de esperarse, habrá quienes se opongan a esta nueva misión de los Cuerpos de Paz en Colombia, y la catalogarán como otra muestra del “imperialismo yanqui” en acción. Sólo falta que algunos mandatarios vecinos también consideren su estadía aquí como una amenaza para la seguridad de sus países, aunque Colombia no se haya quejado por la pléyade de extranjeros, esos sí armados y expertos en guerras ajenas en el África y en otros continentes, que permanecen al otro lado de nuestras fronteras. Por su juventud e inexperiencia, la llegada de los Cuerpos de Paz a Colombia no pasa de ser un acto simbólico, inocuo salvo por el simbolismo de la cooperación entre dos pueblos. No obstante, deberían ser ocupados en los colegios de las áreas marginales de ciudades como Cartagena, en donde serían mejor aprovechados para darle un impulso mayor al bilingüismo, indispensable en el mundo globalizado. Aquí serían un aporte importantísimo al turismo, que necesita muchas personas que hablen bien el inglés. No estaría mal que después llegara a Colombia el equivalente de los Cuerpos de Paz de otros países, como China, por ejemplo, si es que los tienen, para aprender mucho más de esa cultura, que cobra cada día mayor importancia en el mundo. En general, los intercambios entre países –con programas bien manejados- tienen aspectos culturales deseables.

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