Editorial


Los cultivos del norte de Bolívar

Nuestra edición del domingo pasado incluía una página del periodista Hermes Figueroa, dedicada a la diversificación agrícola del Distrito de Riego de Marialabaja, en el que ahora se harán pruebas con cacao, algodón, hortalizas y papaya. El Distrito tiene 19.200 hectáreas, pero apenas unas 8.250 cuentan con riego de los embalses de Matuya y Playón, que afortunadamente, están llenos, aunque el gerente de Usomaría (Asociación de Usuarios del Distrito de Riego de Gran Escala de Marialabaja), Jorge Ordosgoitia, advirtió que requieren una nueva batimetría para determinar si su capacidad sigue siendo igual, o la ha mermado la sedimentación causada por la erosión próxima y lejana. Es una vergüenza que un área tan fértil no pueda ser regada en su totalidad, y que no se hayan culminado las obras de infraestructura para hacerlo. Las represas de Matuya y Playón nacieron durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, fruto del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora), fundado en 1961, y desde entonces no sólo no se ha añadido un metro de canales nuevos, sino que casi se pierden los que había, en medio de la debacle que representó el Incora para campesinos, ganaderos y agricultores. Lastimosamente, se critica mucho el campo colombiano por su falta de tecnificación y atraso, especialmente el de buena parte de la Costa Caribe, pero no se reconoce que la llave maestra para el progreso en el campo es la irrigación. Sin agua en abundancia la “tecnificación” se vuelve un concepto marginal, ya que las tierras que no están habilitadas para producir los 365 días del año no pueden escapar del atraso ni de la baja productividad. Bolívar no sólo ha sido incapaz de completar su Distrito de Riego en Marialabaja, que funciona por gravedad y por lo mismo prescinde de motobombas costosas para comprar, operar y mantener, sino que tampoco ha desarrollado una política de riego para las tierras aledañas al Canal del Dique, que podría hacerse sin amenazar los humedales, y que a pesar de que sí requiere bombas, pagaría la inversión, daría empleo y aumentaría las cosechas y la seguridad alimentaria. Hasta los ganaderos más recalcitrantes saben ya que la ganadería es dañina para el ambiente por la producción de gas metano en el rumen del ganado y su liberación a la atmósfera, contribuyendo al calentamiento global a través del efecto invernadero, y que la ganadería extensiva es especialmente dañina porque deforesta y le quita tierras fértiles a la agricultura. Así que en todos los frentes del campo se requieren cambios de paradigmas y de prácticas, los que a su vez exigen mayor productividad y eficiencia. Bolívar tiene que celebrar la movida de algunos agricultores del Distrito de Riego de Marialabaja por diversificar la producción, pero –repetimos- la llave que abre la producción del campo es la irrigación, que permitiría que Bolívar fuera autosuficiente y además, que produjera excedentes para llenar la canasta familiar del resto del país. Nuestros gobernantes deberían dejar la politiquería para ocuparse de las cosas que –como la irrigación del campo- sí son importantes para la comunidad.

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