Editorial


Los gringos en Colombia

Como era de esperarse, hay un “tierrero” por el traslado de los aviones espía de la base militar estadounidense de Manta, en Ecuador, a tres bases existentes en Colombia: Malambo, Palanquero y Apiay, y la solicitud de que se amplíe también a otras dos, Tolemaida y Larandia, llegando a cinco. Este traslado se había ventilado ya en Cartagena cuando El Universal le reveló a la ciudad y al país la primicia de que había un macroaeropuerto proyectado entre Cartagena y Barranquilla, entre otras cosas, porque se decía entonces que la base militar mencionada sería trasladada al aeropuerto Ernesto Cortissoz de Barranquilla, en Malambo. Como esa ya es una base aérea militar colombiana, se tendrían que suspender las operaciones aéreas civiles obedeciendo reglamentos internacionales que hacen incompatibles las dos actividades (civiles y militares) en el mismo lugar. Las razón principal del Gobierno para permitir esta expansión militar gringa en Colombia es la “lucha contra el terrorismo”, especialmente el narcoterrorismo, financiador principal de las guerrillas y de los grupos paramilitares del país. Las naves militares norteamericanas serían de espionaje electrónico, y no de guerra para operaciones militares contra terceros países. El Gobierno argumenta que esta movida se hace dentro de leyes y acuerdos existentes entre Estados Unidos y Colombia, y que no requiere ningún trámite parlamentario adicional. Y si hubiera algo que modificar, nadie duda de que el Gobierno lograría tramitarlo sin problemas en el Congreso. ¿A quién le molesta la nueva actividad gringa en Colombia? En primer lugar, a muchos colombianos de bien, preocupados por la pérdida de soberanía del país, aunque en la práctica nada cambiará, sino que habrá más de lo mismo. Es decir, muchos más aviones, personal y equipos estadounidenses, pero sin poder sobrepasar los límites fijados por la ley. También estarán muy molestos los afectados directamente por la inteligencia electrónica que recolectarán los Estados Unidos, como las Farc, los paramilitares y sus aliados, todos inmersos en el tráfico de drogas ilegales. Los países vecinos, especialmente Venezuela y Ecuador, también se sentirán afectados, especialmente porque hay evidencias –según algunos medios extranjeros- de que Venezuela se convirtió en un centro importantísimo del narcotráfico, cuya proclividad hacia las Farc está documentada, aunque allí también operen los narcos paramilitares. Ecuador, por su parte, se sentirá aún más ofendido con Colombia por recibir a los militares gringos botados de su territorio. Evo Morales vociferó ayer que cualquier país latinoamericano que recibiera dichas bases era un “traidor”. Se oirán eslóganes contra el imperialismo “yanqui”, aunque no contra las visitas de los barcos de guerra del imperialismo ruso a Venezuela, ni contra los iraníes, porque hay imperialismos buenos y malos, según quienes los califiquen. En términos generales, y mientras se conocen más detalles, a Colombia le conviene la alianza con los Estados Unidos, siempre y cuando compartan la información que obtengan sus aviones, para liberar al país de la violencia del narcotráfico de izquierda y de derecha.

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