Editorial


Los otros muertos

Recientemente la Policía “reclutó” a un lote de motociclistas para conformar una red de informantes. La idea parece buena a primera vista, ya que los motociclistas –y especialmente los mototaxistas- ruedan por los recovecos más inusuales de la ciudad y pueden darse cuenta de muchas cosas que suceden que poca otra gente nota, y que podría suponer un riesgo para la ciudadanía. Examinando el asunto más a fondo, queda la impresión de que podría ser inconveniente para la Policía hacer alianzas con algunas personas que practican un oficio ilegal, como el mototaxismo, y que equivale a tirar la toalla de la institucionalidad y reconocerlos de facto, a pesar de que la propia Policía sería la encargada de reprimir dicha práctica irregular. Por otro lado, los motociclistas en general, y los mototaxistas en particular, con pocas excepciones, son notorios por violar casi todas las reglas de tránsito y además practicar infracciones tan descabelladas que a nadie se le ocurriría ni ponerlas en los códigos. El salvajismo de estos conductores está desbordado y todos conocemos buena parte de sus infracciones: no detenerse del todo en las esquinas, andar en contravía, rodar por las aceras, volarse los separadores de cualquier avenida, cambiar inesperadamente de carril y cruzársele por delante a los buses y carros, no tener espejos o no usarlos cuando los tienen, “ratonear” en cualquier vía y mandarse desde cualquier lado a pescar una carrera, usar las cebras peatonales para girar en “u” en los tramos nuevos de Transcaribe, y lo peor de todo, muchos no usan el casco, o se lo fijan mal, y tampoco les exigen a sus pasajeros que se los pongan bien. En las áreas periféricas de Cartagena, en donde la vigilancia policial disminuye, muchos motociclistas se descaran y dejan de ponerse los cascos, llevándolos en las motos de adorno, a veces colgados en un codo, o en ambos cuando portan el del pasajero que no han recogido. Al parecer muchos motociclistas utilizan el casco cuando creen que puede haber un retén de la Policía, y no por la convicción de que les pueda salvar la vida en un percance. Cada día ocurren accidentes en motocicletas y no todos aparecen en la prensa porque tienen lugar en donde la noticia no trasciende, o porque pasan de noche, cuando nadie los nota sino los afectados y sus parientes directos, con poca disposición para darlos a conocer. Valdría la pena averiguar en cuántos de los accidentes en motos en los cuales hay muertos, las víctimas llevaban casco, si lo tenían bien apuntado, si eran cascos enterizos o si dejaban parte de la cara expuesta, si aguantaron o no el golpe, en fin, las autoridades necesitan saber qué está pasando con las medidas de seguridad y los equipos protectores para la conducción de motos. Al paso que vamos, la ciudad no solo batirá sus propios récords de asesinatos por sicariato, sino también los de los otros muertos: las víctimas de los accidentes en moto que solo pueden incrementarse si sigue el desmadre prevalente en el tráfico automotor, especialmente el de motocicletas, y si sus conductores no se protegen bien la cabeza y la de sus pasajeros.

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