Editorial


Los retos del nuevo Presidente

Ocho años que cambiaron profundamente la realidad de Colombia terminan hoy, cuando Álvaro Uribe Vélez, el presidente más popular de los últimos tiempos, entregue el mando del Estado a Juan Manuel Santos. Por supuesto, hay una diferencia enorme entre el estilo descomplicado, abierto, recio, fuerte e incansable de Uribe, con el reposado, reflexivo, conciliador y corporativo de Juan Manuel Santos, cuya mayor fortaleza –además de entender la economía- es la sapiencia en escoger a sus colaboradores y la voluntad de trabajar en equipo, lo que permite confiar en que cumpla su programa de gobierno, claro y dirigido al desarrollo nacional. Quizá Santos no alcanzará a ser el mismo fenómeno político que fue Uribe, idolatrado por la mayoría de los colombianos, sobre todo porque Santos no apareció como única esperanza de un país urgido de ser conducido por un presidente que encarnara la autoridad, que no transigiera con el terrorismo y que impusiera el respeto a la ley como conducta nacional. Los colombianos vieron a Santos como la alternativa para continuar una senda con algunas de las características de su antecesor, como la integridad, la actuación sin titubeos, la persistencia en sacar adelante los proyectos más importantes para el país, sin ambigüedad ni cambios de rumbo. Lo que más espera el país de Santos, es que no sea débil ante los enemigos de la democracia, porque esa fue la motivación que le dio el récord de más de 9 millones de votos, que lo eligieron Presidente. Su reto es grande, porque no se trata sólo de mantener la lucha contra las Farc y terminar el conflicto, sino de combatir al narcotráfico y la violencia de su actividad criminal, y debe frenar a las bandas criminales urbanas. También debe establecer controles para que no se repitan las ejecuciones extrajudiciales, que muchos detractores de Uribe hicieron ver como una política de gobierno, y que causó desprestigio en algunos círculos internacionales. En general, debe intensificar la cultura del respeto a los derechos humanos sembrada en las Fuerzas Militares. Santos debe completar la obra asistencialista de Uribe, convirtiendo programas como Familias en Acción, en iniciativas dinámicas para los proyectos productivos que la población pobre necesita para mejorar su situación económica. Con una macroeconomía mayormente positiva, Santos debe concentrarse en mejorar las cifras negativas, como el empleo. Pero no hay duda de que el reto más importante de Santos es la lucha contra la corrupción, pues en sus 8 años de Gobierno, el presidente Álvaro Uribe no logró avances significativos, y por ese hueco se pierden miles de millones de pesos que se requieren en inversión social y obras públicas. Aunque ya dijo que mantendrá los consejos comunitarios, Santos debe asegurarse de que sigan cumpliendo su función de asegurar e incrementar la transparencia en el manejo de los recursos públicos. Lo bueno es que Santos no viene a realizar transformaciones extremas, sino a continuar y ampliar los grandes logros de la era Uribe, pero con mayor énfasis social. Depende de todos los colombianos que su labor sea exitosa.

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