Editorial


Los TLC y el Caribe colombiano

El Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos está próximo a aprobarse, y es uno de muchos. Los TLC no son elementos mágicos que enriquecerán al país con solo firmarlos y requerirán buena preparación para aprovecharlos y minimizar sus efectos nocivos contra algunos negocios locales.
Como han señalado varios ministros de Comercio, y más específicamente el último del ex presidente Uribe, Luis Guillermo Plata, y el de esta Administración, Sergio Diaz-Granados, los TLC favorecerán especialmente a las costas.
Es indispensable que las ciudades del litoral se preocupen por su competitividad, especialmente por reducir la tramitomanía, fortalecer sus servicios públicos y crear condiciones tributarias atractivas para que se establezcan industrias nuevas en cada ciudad costera y sus áreas de influencia.
Además de la organización interna indispensable de cada ciudad para ofrecer las condiciones más atractivas para la inversión extranjera, Santa Marta, Barranquilla, Cartagena, el Golfo de Morrosquillo (Sincelejo y Montería) y Turbo deberían trabajar como zona y como región, y no como competidores. Cada lugar tiene sus nichos complementarios y no excluyentes.
En turismo, Santa Marta tiene la Sierra Nevada, la única formación montañosa costera del mundo que va desde el mar hasta las nieves perpetuas, con una riqueza natural de fauna y flora incomparable, además de sus culturas indígenas. Su casco urbano Colonial, aunque pequeño, es un complemento de la Sierra y un abrebocas para visitar el de Cartagena. Por su parte, Barranquilla también tiene atractivos naturales en el río Magdalena y en sus ciénagas, y el potencial del Morrosquillo y de San Andrés y Providencia, con sus corales extensos, también es complementario e ilimitado.
Las tres ciudades, el Golfo de Morrosquillo y el archipiélago, deberían convertirse en un circuito turístico integrado, incluyendo una cadena de muchas marinas cada cierta distancia en nuestras costas, posibles por el Corredor Náutico y su reglamentación de avanzada. Una marina no le quita clientela a la otra, sino que juntas atraen más embarcaciones internacionales.
El negocio portuario también tiene sus nichos, siendo el de Santa Marta de embarque de la Zona Bananera, ahora también palmera, y del café de la Sierra, además de otros graneles, incluyendo el carbón. Barranquilla, por su parte, tiene un puerto con otra vocación y capacidad por su calado y características industriales, mientras que el de Cartagena es de aguas profundas y concentrará buena parte del movimiento de contenedores del país, además de ser puerto petrolero en ascenso con un nicho petroquímico cada vez más importante. 
Turbo, por su parte, es principalmente bananero, aunque los paisas, con todo derecho, sueñan con convertirlo en el puerto principal de Antioquia y del Caribe.  
Las tres ciudades principales han tenido cambios positivos en el manejo de sus alcaldías, pero la politiquería no descansa en su empeño por retomar su saqueo de ellas, por lo que la Academia del Caribe debe liderar la integración regional para asegurar que no se pierda el esfuerzo, para no seguir actuando como ruedas sueltas, y para proveer a los políticos progresistas con insumos sólidos para el desarrollo.
 

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