Editorial


Los XXX Juegos Olímpicos

Las Olimpiadas se han convertido poco a poco en el único evento de carácter global que permite el intercambio no sólo deportivo, sino personal, entre ciudadanos de países diversos.
Aunque el primer intento de realizar unos Juegos Olímpicos en la edad moderna, inspirados en los que se celebraban en el siglo VIII a.C, lo hizo Grecia en 1859, 1870, 1875 y 1889, tuvieron muy poca aceptación entre las naciones del mundo y sólo en 1896 se pudo llevar a cabo en Atenas la primera edición de estas competencias globales, gracias a las gestiones del noble francés Pierre Frèdy, Barón de Coubertin.
Para ello tuvo la invaluable colaboración del sacerdote dominico Henri Didon, inspirador del ya legendario lema olímpico "Citius, Altius, Fortius" (Más rápido, Más Alto, Más fuerte).
Antes de la primera edición se acordó que los Juegos Olímpicos se celebrarían cada cuatro años, cada vez en una ciudad diferente del mundo y se creó en 1984 el Comité Olímpico Internacional, máxima autoridad de los Juegos.
En la antigüedad, durante la temporada en que se realizaban los Juegos Olímpicos, regía una tregua sagrada en todo el país, que no podía ser violada en ninguna circunstancia, lo cual le daba a las competencias un significado de paz y armonía.
Con ese mismo criterio se organizaron las Olimpiadas modernas, y en las 29 ediciones que se han realizado (la de Londres es la número 30) se consolidaron como el más fastuoso, importante y presenciado evento deportivo de la humanidad, y el que ha logrado disipar, con algunas excepciones, las enemistades y enfrentamientos bélicos entre las naciones.
Esta amistad deportiva que en términos generales logra que por unos días se depongan odios y se fortalezca la amistad está expresada en el símbolo de los cinco anillos, que representan los cinco continentes del mundo (África, América, Asia, Europa y Oceanía), entrelazados solidariamente.
Por supuesto, las Olimpiadas no han estado exentas de problemas y conflictos, algunos de ellos verdaderamente infames, como el clima racista y antisemita en la edición de Berlín 1936, o los trágicos hechos en la edición de Munich 1972, cuando 11 integrantes de la delegación de Israel fueron asesinados por un grupo terrorista árabe llamado Septiembre Negro.
Pero esos problemas excepcionales, entre los que habría que mencionar también el boicot de Estados Unidos a Moscú 1980 y la respuesta de la URSS y los países comunistas que no asistieron a la edición de Los Angeles 1984, no consiguieron impedir que los Juegos Olímpicos se hayan convertido poco a poco en el único evento de carácter global que permite el intercambio no sólo deportivo, sino personal, entre ciudadanos de países diversos y en algunos casos, enemigos.
¿Cuántas historias de amor entre atletas de la Unión Soviética y Estados Unidos no se conocieron durante la Guerra Fría? ¿Cuántas manifestaciones de verdadera amistad por encima de las diferencias nacionales no se han visto a lo largo de los 116 años de historia olímpica moderna?
Hoy comienzan los XXX Juegos Olímpicos en Londres y una vez más el mundo se vuelve un solo sueño, un solo grito, una sola emoción, por encima de todas las diferencias.

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