Editorial


Lucho Gómez, ¿una muerte evitable?

El jueves 5 de enero en la tarde, el barranquillero de 57 años, Luis Alberto “Lucho” Gómez, un prestigioso abogado y profesor de la Universidad del Norte, se bañaba en las playas de La Boquilla, detrás del edificio Morros Vitri.
Gómez entró al mar junto con su hijo y su yerno sin abandonar la zona llana, cuando una ola los sorprendió a los tres y los arrastró desde la parte trasera del Morros Vitri, donde se alojaban, hasta la altura del Hotel Sonesta, pero esta vez quedaron en aguas profundas. Un pescador fue al rescate del trío en su bote. El yerno y el hijo de Lucho Gómez se aferraron a la borda, y el padre al hijo, pero Lucho se cansó, se soltó y terminó ahogado.
Medicina legal dictaminó que murió por cerrársele la glotis –la parte más estrecha de la laringe- quizá a causa de los nervios por ver el peligro de su hijo y de su yerno, como creen sus allegados.
Los Gómez estuvieron de vacaciones en La Boquilla desde el 28 de diciembre hasta el 5 de enero, el día del accidente. La única bandera roja señalando la prohibición de entrar al mar la vieron en la playa de Las Américas cualquier día. En ninguna otra área frecuentada por ellos hubo ninguna bandera de peligro. Tampoco vieron un solo salvavidas, salvo en la playa del hotel ya mencionado.
Según reporte del comandante del Cuerpo de Bomberos de Cartagena, Joel Barrios Zúñiga, los salvavidas realizaron “56 salvamentos exitosos entre el 30 de diciembre de 2011 y el 5 de enero de este año. Ocho de estos rescates se hicieron en las playas del corregimiento de La Boquilla”, presumiblemente en las del pueblo.
Una vez ocurrido el accidente, tampoco encontraron un paramédico en las playas ni mucho menos una ambulancia para llevarlo a un hospital, porque el puesto de salud de La Boquilla, donde estuvieron –según nuestra fuente- tampoco había quien le practicara una traqueotomía, que quizá hubiera superado el cierre de la glotis y le hubiera podido salvar la vida, como también hubiera sido posible si hubiera un equipo de reanimación en la playa y una ambulancia a la mano para llevarlo a un hospital.
En resumen, Lucho Gómez no se ahogó por imprudente, sino porque no hubo quien pusiera una señal en la playa indicando peligro ese día; porque no hubo un salvavidas que lo rescatara; ni paramédicos que lo reanimaran; ni quien hiciera una traqueotomía en el puesto de salud de La Boquilla; ni ambulancia para llevarlo a un hospital.
Es poco probable que los nativos de La Boquilla, quienes conocen bien su mar, se metan a él cuando es peligroso hacerlo, pero los accidentes como el de Lucho Gómez se multiplicarán si el Distrito y los propietarios de los muchos hoteles y apartamentos no toman cartas en el asunto cuanto antes. Las playas de la ciudad no pueden estar desguarecidas, ni nadie pensar en turismo sin subsanar todas las falencias antes anotadas.

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