Editorial


Magangué sí importa

Juan Manuel Santos oxigenó la vida política del país, sin que de la noche a la mañana pasáramos de una Colombia politiquera y corrupta a otra donde priman la alta política y la probidad, pero se nota la intención del Presidente de que se parezca más a la segunda.
Desde el Palacio de Nariño hay la actitud de luchar contra la corrupción. Y si hay algún lugar donde se junten el oprobio politiquero, nepotismo armado y corrupción pública y privada, incluyendo la intimidación y la vejación burda de la población para que obedezca a sus "amos", es Magangué.
El hastío de sus habitantes con la miseria y pobreza impuestas desde arriba los llevó a lo que se consideraba imposible: derrotar a sus opresores en las urnas para elegir a Marcelo Torres, antiguo militante de la izquierda nacionalista y anti guerrillera, nacido políticamente en el MOIR, pero ahora en el PTC (Partido del Trabajo de Colombia) -organización que no es "come candela", como él lo afirma.
Sería ingenuo pensar que los problemas de Magangué terminaron con la elección de Marcelo Torres. Ahora viene la contra reacción de los poderosos. Aunque perdieron el puesto clave, siguen enquistados en el poder, incluidos, según el propio Torres, los organismos de control locales.
Cada paso que Torres dé será entorpecido desde adentro por funcionarios de carrera vendidos pero inamovibles y cada acción administrativa suya será retada y demandada ante la Justicia, sin importar que las demandas sean temerarias. Tratarán de empapelarlo jurídicamente y de hacerle la vida imposible en todo sentido. Aunque también hay muy buenos empleados públicos, los sacamicas del viejo orden arrastrarán los pies hasta para hacerle una fotocopia. Le esconderán y filtrarán documentos, se meterán con los sistemas y harán lo imposible porque fracase el cambio que representa Marcelo Torres.
Magangué debería convertirse entonces en uno de los laboratorios nacionales para la recuperación de la democracia y de la probidad en la vida pública. Su caso es emblemático, pero no único. Miles de pueblos del país y muchos del Caribe están en situaciones parecidas, incluyendo la mayoría de los que rodean a Cartagena, que tienen "dueño" y donde también operan las Bacrim.
En Magangué está en juego mucho más que la suerte de Marcelo Torres o del propio pueblo. Allí se juega el futuro de buena parte del país y de la región, por lo que el Gobierno nacional tiene que mantenerle la lupa encima, que incluye purgar sus organismos de control, no mediante el expediente fácil de trasladar a los funcionarios torcidos a hacer daño a otra parte, sino mediante su destitución fulminante.
La sociedad civil también tiene que ayudar a que Magangué sirva de inspiración a los demás pueblos cooptados por fuerzas oscuras, para que sea una cabeza de playa nacional en la lucha contra la corrupción y la antidemocracia, y que le irradie ánimo a todo el país. Colombia no puede permitir que Magangué fracase, ni tampoco los demás pueblos que eligieron alcaldes para el cambio, como Arjona y Turbaco.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS