Editorial


Midiéndole el aceite a Santos

Ya es bastante evidente que las Farc intentan volver a su libreto usual: hablar de paz e incrementar el terrorismo, como si creyeran que pueden arrodillar de nuevo al país y llevarlo a una mesa de “negociaciones” con la trillada “combinación de todas las formas de lucha”. Germán Vargas Lleras, ministro del Interior, dijo ayer que “Los diálogos de paz no se utilizarán ni para de ellos derivar fortalecimiento militar (de las Farc), ni para el reconocimiento internacional (de beligerancia), ni todo eso que ustedes bien saben, mientras no haya un compromiso inequívoco que se traduzca en actos reales, verificables”. Es decir, soltar a los secuestrados y no secuestrar más, ni seguir guerreando. Vargas dijo también que aunque el Gobierno no “botaba la llave” de un diálogo, no despejará un milímetro del territorio nacional, y le pidió al Congreso eliminar esa facultad porque el Gobierno no la usará por ningún motivo. Los atentados de las Farc pretenden dar un golpe de opinión y de paso “medirle el aceite” al presidente Santos, ahora que él y sus ministros no tienen a Uribe al lado, presionando a los militares, exigiéndoles resultados personalmente a todos los oficiales con operaciones a su cargo. Los golpes terroristas se notan bien planificados, y no son sólo para recibir a Santos, sino para estrenar al nuevo ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, y a la cúpula militar. Las Farc le apuestan a que ha habido un relajamiento militar con el cambio de Gobierno, que los militares están cansados con los ocho años de Uribe y “echados” sobre sus laureles. Intentan demostrarlo con emboscadas cruentas y efectivas para hacer que la gente cuestione la eficacia de las Fuerzas Armadas, y desmoralizar al Presidente, sus mandos militares, soldados y al pueblo colombiano. No sería raro que intentaran algunas “pescas milagrosas” en carretas neurálgicas para reforzar la idea de que las Fuerzas Militares comienzan a perder terreno, para meterle miedo a la gente y reducir el tráfico por carretera, símbolo de la era Uribe y a la vez, pérdida estratégica de la línea de abastecimiento principal de las Farc. Parte importante del éxito del ex presidente fue desmitificar el poder de las Farc, que la gente había llegado a creer ubicuo, y cuando comenzó la ola de confianza que desbordó las vías de Colombia, no le hubieran alcanzado a la guerrilla todos sus hombres para controlarlas, además de los golpes que comenzaron a darles las Fuerzas Armadas, obligándolas a replegarse hacia sus retaguardias, cada vez más pequeñas e inseguras. Mininterior también advirtió que en el país había al menos 6 organizaciones delincuenciales y narcoterroristas con estructuras nacionales –las famosas Bacrim, o bandas criminales- integradas en parte por ex autodefensas, sugiriendo que combatirlas no será fácil, y que más fortalecidas también se le podrían enfrentar al Gobierno. Si a todo lo anterior le sumamos la inseguridad urbana desaforada por el pandillismo, no es exagerado decir que el Gobierno tiene que actuar rápida y eficazmente.

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