Editorial


Modesto en su puesto

En las épocas del contrabando semilegalizado por los Sanandresitos, en el país circulaba un chiste acerca de los esfuerzos del Estado central por controlarlo. Preguntado por un funcionario del interior acerca del efecto del paquete legal emitido por la Dian, un lugareño respondió: “Docto, esa vaina no ha pegado por aquí”.
Así parece que pasa también con el verbo “renunciar” en el país. Algunos funcionarios, que no se sienten empleados de sus electores sino dueños de los puestos y de lo que les exprimen, se atornillan más a sus cargos mientras menos los merezcan. No es monopolio de la Costa Caribe, ya que el único funcionario que renunció con el escándalo de las conciliaciones de la reforma a la Justicia en el Congreso de la República fue el entonces ministro del ramo, Juan Carlos Esguerra, para crédito suyo.
Ya vimos las lágrimas extemporáneas en televisión nacional del senador Merlano, un congresista que conducía sin licencia en Barranquilla y quien se negó a la prueba de alcoholemia que le haría la Policía. Casi despiden a los agentes las prioridades también trocadas de un general, quien creía a los congresistas blindados contra sus propios abusos, en vez de lo contrario: deben dar ejemplo de probidad y sencillez porque son empleados del pueblo, no sus amos.
El escándalo más reciente ocurrió en Turbaco, Bolívar. El propio director de Tránsito, Modesto de la Cruz Carrasquilla, conducía en tercer grado de alcoholemia. Marcó 1,73, cuando a esta categoría máxima se ingresa con 1,50. Como en el caso del senador Merlano, hubo un video de la Policía en el que el funcionario trataba de que lo dejaran ir mediante argumentaciones perversas implícitas. Un acompañante, mucho más borracho, vociferaba ser abogado para intimidar a los agentes.
Que de la Cruz se sintiera con derecho a mezclar alcohol y auto es increíble después de lo acaecido con Merlano, que debería hacer recapacitar a cualquiera, pero que sigan ambos tan campantes en sus cargos golpea la credibilidad de las instituciones.
Es inaudito que quien dirige el Tránsito de Turbaco desobedezca una de las reglas más importantes para la seguridad pública en las carreteras. Con una dosis mínima de pudor, debería haber renunciado en el acto. A De la Cruz no le queda autoridad distinta a la formal y es improbable que sus subalternos y las personas de su pueblo lo respeten mucho.
Que siga en su cargo también desdice del alcalde de Turbaco. La opinión pública y sus electores esperaban que el doctor Mayron Martínez  actuara como le corresponde a un alcalde ante un subalterno que comete semejante desafuero. No parece ya Martínez el superior de De la Cruz, sino su igual, y en cierto sentido, su subalterno. Tolerar esta conducta sin una destitución fulminante le envía un mensaje pésimo al resto de sus funcionarios, y pierde autoridad ante ellos y ante el pueblo que lo eligió precisamente para que en Turbaco no siguieran pasando cosas como esa, ni otras peores.
Mientras tanto y como si nada, Modesto sigue en su puesto.

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