Editorial


Necesitamos un turismo mejor

Cartagena es una ciudad cada vez más turística, aunque se percibe alguna desconexión entre la validez de esta actividad, y la concepción que una parte de la ciudadanía tiene de ella. La gente sabe que el turismo es un motor de desarrollo, que genera empleo y que en términos generales es mucho mejor tenerlo que no tenerlo, pero hace falta que todos lo sientan más suyo. Sabemos algunos datos precisos, como que en la ciudad hay unas 7.000 camas turísticas, y conocemos cuántos hoteles hay de cinco estrellas, y que los hoteles “boutique” aumentan en el Centro, pero apenas tenemos estimativos de la cantidad de gente que nos visita durante el año. Las estadísticas de inmigración del DAS nos dicen quiénes y cuántos ingresan por los aeropuertos, pero los estimativos de los que llegan por carretera son demasiado artesanales. Es evidente que necesitamos una manera más precisa de medir las estadísticas de este sector. Por ejemplo, ¿cuánta gente trabaja directamente en él? ¿En qué actividades? ¿Cuánto ganan? Cartagena pasa por un momento de prensa excelente en el exterior, donde los medios principales se han ocupado de la ciudad en términos elogiosos. Aunque éste es un mérito colectivo, gran parte de las buenas noticias se le deben a la seguridad del país y a la actividad promocional del Ministerio de Comercio y de Proexport, bajo el liderazgo directo del Gobierno, y muy concretamente, del titular, Luis Guillermo Plata. También ha habido una mejor actividad local dentro del sector turístico, y se hacen más esfuerzos para mejorar el “producto”, es decir, la infraestructura de Cartagena, pero también es cierto que falta mucho trecho para que seamos un destino de calidad. Los turistas suelen mencionar a los cartageneros como uno de nuestros activos mejores, a pesar del acoso de los vendedores ambulantes, quienes junto con muchos otros actores extraoficiales, tienen que ser formalizados de alguna manera para que sean partícipes positivos de la actividad, en vez de un obstáculo. El Centro, que es el atractivo mayor de la ciudad, tiene que ser liberado de los diversos ocupantes abusivos del espacio público, desde los vendedores de artesanías que se apropiaron de las aceras, así como las carretillas de las calles y aceras, hasta algunos ocupantes de cuello blanco de plazas y vías. Todas estas actividades deben ser reglamentadas sin permitir la discrecionalidad, y luego las autoridades deben hacer respetar la reglamentación. Vemos progreso en este sentido a través de la actividad de la Gerencia de Espacio Público y del alcalde de la Localidad Uno, quienes han comenzado a recuperar áreas que tienen que volver a ser de todos y no privatizadas por unos pocos, no importa de qué estrato sean. No dudamos de que para que Cartagena gane más dinero del turismo con menos desgaste del destino, y genere más empleos formales, necesitamos una integración mayor de todos los jugadores públicos y privados para elevarles la calidad –es decir, capacidad de gasto- a los visitantes.

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