No hay excusa que valga, no tiene justificación la derrota de Colombia frente a Perú, en los cuartos de final de la Copa América, ni sirve ahora eso de que “nuestra prioridad es la eliminatoria”, porque es lo mismo que se dice siempre que la selección nacional de fútbol tiene un descalabro: “Otra vez será”.
Tampoco es cierto que hicimos un buen papel, porque sólo en el partido con Argentina hubo un destello de lo que debería ser un buen equipo de fútbol. En los otros dos, los que ganamos, tomamos ventajas de los errores y los problemas técnicos de los rivales.
Colombia no tiene equipo, empezando porque no existe un planteamiento táctico ordenado, y el técnico Gómez parece esperar el milagro de que el talento de sus jugadores fluya por inercia.
Losa optimistas insistirán en que el equipo apenas está encontrándose, que hay que dejar trabajar al técnico y encontrar el esquema óptimo que sirva para ganar.
Pero muy difícilmente podrá armarse un buen equipo, con jugadores acoplados y trabajando con mentalidad colectiva, cuando el orientador está envuelto en una nube de nostalgia, apelando a esquemas que ya han sido abandonados hace tiempo, como la estricta marcación en zona, que resulta ineficaz ante la presión y la velocidad de los rivales, porque les da espacios.
Parece haber un conflicto entre jugadores y un técnico para quien el fútbol no ha pasado del modelo del toque horizontal, el amontonamiento defensivo y la lentitud. Los primeros están fogueados en buenos equipos extranjeros y están habituados al fútbol rápido, de pases cortos alternados con pelotazos y cambios de frente sin retroceder, pero se encuentran con esquema que no entienden.
Pero son los jugadores quienes mayor responsabilidad tienen en este nuevo descalabro, no sólo porque la calidad que muestran en sus clubes no aparece con la selección, sino porque les falta la entrega, el esfuerzo, el sacrificio, el trabajo colectivo y la lucidez que se necesitan para ganar.
Con una excepción: Mario Alberto Yepes, un jugador de jerarquía, de pundonor, de esfuerzo y colaboración, de valentía indeclinable, que además de defender el área, puso dos excepcionales pases largos a Dayro Moreno. Infortunadamente está en camino al retiro por su edad.
Dos situaciones son inexplicables en el desempeño de Colombia ayer. La primera es el tiro penal que falló Radamel Falcao García, que no se cansa de marcar con el Porto. La segunda, los dos crasos errores del portero Neco Martínez que significaron los dos goles de la derrota ante Perú, al despejar mal un balón dejándolo en el borde del área y al regalarle una pelota al jugador más ofensivo de Perú.
Son errores desafortunados que le pasan a los mejores, dice el técnico Gómez, y tiene razón, pero cuando un equipo ha sido incapaz de anotar, por muy bien que juegue, basta un error para ser derrotado.
Los peruanos tuvieron lo que le faltó a Colombia: jugadores con un físico privilegiado y con vocación de luchadores incansables que le cortaron los circuitos creativos a sus rivales y no le permitieron espacios. Los colombianos carecieron del cambio de ritmo y la colaboración, necesarios para encontrar los espacios desde donde anotar goles.
Tocará esperar la eliminatoria al Mundial de 2014, para hacer un acto de fe por Colombia.
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