Editorial


No más buscapiés

Aunque en menor cantidad que otros años, los buscapiés siguen sembrando el desorden, la molestia y el peligro en Cartagena, como rezago de una costumbre muy ligada a las festividades novembrinas, al igual que el agua y la harina, una costumbre aceptada entonces aun por quienes no participaban en ella. Hay cartageneros que recuerdan con orgullo las batallas de buscapiés en algunos emblemáticos rincones de la ciudad, y algunos incluso guardan como tesoro invaluable aquellos guantes de cuero que usaban los obreros de las Empresas Públicas Municipales. Poco a poco, los buscapiés dejaron de ser una costumbre tolerable, pues las batallas simuladas entre muchachos se volvieron agresión a cualquiera en las calles, incluso ancianos y niños, sin detenerse a pensar en el peligro de causarles quemaduras graves. Como cualquier artefacto de pólvora negra y fósforo blanco, los buscapiés se convierten elementos peligrosos, sobre todo porque se fabrican artesanalmente y sin control alguno, de manera que no hay garantías de seguridad para quien los manipule. Por eso, y por el crecimiento de la inseguridad, algunos alcaldes empezaron a prohibir el uso de estos elementos explosivos desde hace más de 15 años, y a imponer sanciones drásticas no sólo a quienes siguieran encendiéndolos y arrojándolos, sino a las tiendas y establecimientos que los vendieran. Paralelamente, con la recuperación colectiva de las verdaderas fiestas para celebrar la Independencia de Cartagena, el buscapiés perdió definitivamente su lugar y hay conciencia de que no se trata de un elemento tradicional, sino de un peligro. La pólvora sólo deben manipularla los expertos, y hay una diferencia enorme entre los multicolores fuegos artificiales que iluminan el cielo con belleza y los explosivos y atormentadores buscapiés que siempre son una amenaza a la integridad física de las personas. Sin embargo, todavía se observan, paradójicamente en los barrios de estratos altos, como Manga y Castillogrande, grupos grandes de muchachos con las manos enfundadas en los guantes gruesos de cuero, recorriendo las calles sólo para lanzar buscapiés, disparar las alarmas de los carros estacionados, o convertir esquinas como la llamada “Caracucha” en un verdadero campo de batalla, cuyas consecuencias pueden ser dramáticas. Todavía existen también padres que presumen de la valentía de sus hijos porque tiran buscapiés, y que seguramente ya no estarán tan orgullosos cuando tengan que afrontar una quemadura grave o una mutilación. Los buscapiés son un elemento cuya fabricación y venta está prohibida, como lo está todo artefacto de pólvora que no tenga la autorización respectiva, de manera que la Policía debe actuar contra los expendedores, decomisándoles la pólvora ilegal y sancionándolos, y a quienes los tiran en las calles, reprimirlos como los autores de una contravención. Ahora que las festividades novembrinas están adquiriendo el brillo de antes, no seamos tan infames de mancharlas con el uso de buscapiés y otros elementos vandálicos.

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