Editorial


No más siembras absurdas

Nada como el verano para estrellarle en la vista a la gente la futilidad de las siembras ornamentales urbanas sin las precauciones mínimas indispensables, que deben incluir reconocer y entender el trípode de plantas, suelo y riego. El Niño, como se le llama al fenómeno climatológico responsable de la sequía que eliminó la mayor parte de las lluvias del invierno pasado, ha hecho que este verano sea uno de los más inclementes en muchos años, con la calamidad añadida de que se cree que el tal Niño puede convertirse en un azote más frecuente a causa del calentamiento global. En la ciudad se siguen repitiendo varios errores en la arborización urbana, que no es solamente un capricho de embellecimiento del entorno ni de mejorar su paisajismo, sino una necesidad para bajar la temperatura por donde andan los peatones. Así que la primera condición para cualquier siembra, sobre todo las que salen del erario, tiene que ser acertar en las especies vegetales que se escojan. Es hora de eliminar las adivinanzas y los embelecos, además de los favoritismos contractuales que contradicen suelo y clima, para elaborar una lista oficial de los árboles más adecuados para nuestros suelos y condiciones climáticas. Lo mismo debería hacerse con las plantas ornamentales. Para eso hay ingenieros forestales, además de personas sin diplomas, pero doctoradas por su experiencia, quienes también deberían contribuir. Luego de escogidos los tipos de árboles y plantas ornamentales de acuerdo a los criterios preestablecidos técnicamente, debería ser ilegal sembrar otros distintos con dineros oficiales. Una segunda pata del trípode es el suelo, que no es idéntico en todas partes de la ciudad, cuyas características definirán los árboles y plantas que se podrán sembrar en cada lugar. Muchas de las siembras urbanas hechas con dinero público han sido un atraco agravado por la alevosía, ya que se han llevado a cabo sobre zahorra, un elemento coralino que se compacta casi como el cemento, y que es el relleno más común utilizado en la zona. Ninguna siembra hecha sobre la zahorra puede considerarse inocente, sino de mala fe, porque hasta el más tonto sabe que no puede nutrir ninguna vegetación. Luego está el “detalle” del agua para regar, que parece olvidársele a quienes hacen los pliegos de condiciones para los contratos. Debería ser una condición indispensable que cualquier proyecto de siembra de árboles y plantas lleve incluido su sistema de riego, y que se defina si el mantenimiento correrá por cuenta del Distrito o si se incluye en el contrato. No se debería poder sembrar nada sin resolver estos interrogantes. También debería crearse una forma organizada para incorporar la colaboración ciudadana en el cuidado de las áreas públicas sembradas con árboles y plantas ornamentales, mucha de la cual espera únicamente la recompensa de poderle servir a la ciudad. Por lo pronto, el Distrito debería hacer el “mapeo” de las plantas y árboles que se podrán sembrar por cuenta del erario.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS