Editorial


Nos falta cultura turística

Cartagena se supone turística, pero pocos ciudadanos parecen convencidos de que lo es, o debería serlo. Esta ambigüedad permea la sociedad cartagenera. El turismo no dejará de ser controversial sin un compromiso ciudadano generalizado. En estos días hay tensión entre hoteleros y operadores turísticos, y la Sociedad de Mejoras Públicas (SMP), por el uso de murallas y baluartes. Los operadores se quejan de que en las normas prima un “no se puede” atosigante, y aseguran que Cartagena ya es “antipática” para los organizadores de eventos del interior. Advierten que crear un segmento turístico como el de las bodas lleva años, pero se pierde en semanas. El sector turístico tiene matrimonios y otros eventos reservados hasta fin de año sobre murallas y baluartes, y no está seguro de que obtendrá los permisos. Pretende que se haga un reglamento provisional mientras la SMP hace un Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) para murallas y baluartes, excluido –¡increíblemente!– del PEMP que se elabora para la ciudad antigua. La SMP asegura que sí permite y quiere que se hagan eventos en murallas y baluartes, ya que obtiene ingresos que ayudan a mantenerlos. Tiene un reglamento general que hace parte del contrato para los eventos, pero asegura que cada ágape resulta más “creativo” que el anterior y quienes los montan pretenden hacer anclajes en las murallas, meter más gente de la que permiten los estudios de carga y subir elementos pesados como automóviles, entre otras anomalías técnicas, que no dependen de la voluntad de la SMP. La SMP exige conocer qué pretende hacer cada evento con anticipación, pero dice que rara vez le dan la información completa y a tiempo. Sus técnicos son sorprendidos por los abusos de los montajes, y de ahí las prohibiciones. Este diferendo indica que la ciudad –incluyendo parte del sector turístico- no tiene una cultura turística sólida. No hay consenso ciudadano acerca de qué es y qué no debe ser el turismo, falencia que se subsanaría sólo si los distintos estamentos se ponen de acuerdo, y luego se establecen cátedras en los colegios de la ciudad. El turismo es de todos. El esfuerzo tienen que hacerlo los diversos sectores económicos y sociales, incluyendo el turístico, algunos de cuyos actores sugieren que lo merecen todo por generar empleos. Aunque los empleos son esenciales, son apenas una parte de la ecuación, que incluye tener la certeza colectiva de que la calidad de vida de los cartageneros y la protección de los monumentos están por encima cualquier actividad privada. Sin esta garantía nunca habrá el consenso multitudinario a favor del turismo que deberíamos tener aquí. El turismo es una esperanza de Cartagena, pero nos falta una mejor calidad de turistas, un reglamento práctico para usar el patrimonio histórico y las playas, que excluya abusos contra el vecindario, la ciudadanía inerme y los empresarios turísticos, y mucha autoridad para que se cumpla. La propia Alcaldesa tendría que ponerse a la cabeza de este cambio de paradigma, y con mucho entusiasmo. Lo demás es perder el tiempo.

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