Editorial


Ofensiva absurda y cruel de las Farc

De nuevo, el sufrido departamento del Cauca es víctima de los ataques irracionales y despiadados de las Farc, que sistemáticamente se han dedicado a sembrar la muerte, la destrucción y el terror en la región más abrupta e inexpugnable del país.
En los últimos días, el municipio de Toribió, en el nororiente del Cauca, con el 97% de población indígena, se ha visto afectado por constantes y arrasadores ataques guerrilleros con las armas de fabricación artesanal basadas en cilindros de gas, el último de los cuales tuvo como blanco la Institución Prestadora de Salud (IPS) indígena, que dejó cuatro heridos.
Estos ataques no sólo han causado la muerte o lesiones a militares y civiles hombres, mujeres y niños, y la destrucción de casas y edificaciones también civiles, sino que han provocado el desplazamiento de un número incalculable de personas, casi todos indígenas.
Aparte del inútil y anacrónico objetivo de mostrar que poseen la capacidad de hacer daño en cualquier población colombiana, estos ataques brutales no tienen mayor utilidad práctica para las Farc, ni siquiera la de despejar una ruta de drogas y armas, puesto que sólo consiguen la concentración de fuerzas militares en ese sitio y sus alrededores, sin que eso signifique que se dejan indefensos otros lugares importantes, como ingenuamente piensa ese grupo guerillero.
En el Cauca está ocurriendo, desde el punto de vista estratégico, algo similar a lo que ocurre en el norte y nordeste antioqueño, donde se han concentrado varios frentes de las Farc, sólo que en Antioquia parecen tener metas más concretas, como controlar la extorsión al comercio y la minería ilegal, atacar la infraestructura energética y consolidar su alianza con el narcotráfico, asumiendo cada vez más labores que antes eran propias de los carteles de la droga.
En el Cauca es menos evidente el propósito de los ataques en los que las Farc tienen una ventaja por lo escarpado de su geografía, que les permite esconderse y atacar a traición a los policías apostados en la poblaciones de una región como el noreste, usando tácticas como los cilindros de gas y los francotiradores.
Casi siempre atacan, causan destrozos y muerte, y luego huyen, utilizando una especie de comandos espaciales llamados “pisa suaves”, guerrilleros entrenados como máquinas para matar a sangre fría a policías y soldados, sin importarles matar también a los civiles. Estos “comandos” reciben entrenamiento desde cuando son menores de edad.
Es un contrasentido la ofensiva de las Farc en el Cauca, como lo es todo su accionar, porque el único resultado que están logrando es matar civiles, destruir sus casas y causar desplazamientos masivos de población indígena: es decir, estan asesinando y destruyendo los hogares y parcelas de quienes dicen ser la razón de su lucha: los pobres.
En estas circunstancias es muy difícil pensar en cualquier esfuerzo de iniciar un diálogo que pueda fructificar en un acuerdo de paz. No se trata de un grupo guerrillero que tiene control territorial permanente sobre determinadas zonas del país, ni se trata de un grupo  con verdaderas reivindicaciones sociales.
Las Farc se volvieron una banda delincuencial que ataca y huye, que vive del narcotráfico, el secuestro, la extorsión y la minería ilegal, y que no parece dispuesta a mostrar su voluntad de paz. ¿Cómo se puede negociar con ellos?

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