Editorial


Ojo con el arrullo veranero

Desde que las lluvias pararon en la Costa Caribe en diciembre, el arrullo delicioso de los vientos alisios tiende a hacernos olvidar los extremos a los que puede llegar la temporada de invierno.
En algunos días de este fin de febrero se ha sentido ya el bochorno –humedad, aire quieto y calor- que anuncia que las lluvias no están lejos y que el verano comienza a desdoblarse en invierno. Los marinos veteranos de este litoral aseguran que ha sido un verano de poca brisa, si bien la hubo una que otra tarde, pero la mareta de otros años, con olas cuyas crestas espumosas se convierten en borregos blancos, ha estado escasa. Con un verano blando podría esperarse otro invierno duro.
Vemos con preocupación que los huecos de la avenida Santander y de otras partes neurálgicas para la movilidad de la ciudad siguen allí, esperando primero la Cumbre de las Américas, próxima a comenzar, y luego las lluvias. Si las obras no se hacen ya, no solo no estarán listas para el evento multitudinario, causando una impresión pésima en nuestros visitantes, sino que la Santander y todas las demás vías dañadas se empeorarán y será casi imposible repararlas –y que duren- si están llenas de agua. Cualquier cosa que se les haga entonces costará mucho más.
No entendemos por qué en la ciudad se repite ese círculo vicioso de desperdiciar la temporada seca, indicada para las obras públicas, para acometerlas cuando está contraindicado hacerlo y cuando se sabe que no servirán. Creímos que la administración de Campo Elías Terán caería a la calle corriendo, al menos para hacer las obras indispensables de infraestructura vial, pero no ha sido así.
¿Tiene la Secretaría de Infraestructura un plan detallado de reparación de vías dañadas y otro para construir nuevas? Con un presupuesto vecino a los 12 mil millones de pesos, absolutamente insuficiente para las necesidades de la ciudad, especialmente si se repite un invierno crítico, estos recursos tienen que ser gastados de manera disciplinada y con una planificación milimétrica, de la cual no hemos visto señales.
No sabemos nada de la avenida del Bicentenario, la doble calzada que empataría el túnel de Crespo con El Laguito, que la administración de Judith Pinedo dejó con la ingeniería de detalle concluida. Todas las obras que requieren financiación nacional exigen un doliente permanente pedaleándolas, y en últimas, es el propio alcalde quien debe rematar la gestión. El presidente Santos se declaró padrino de la ampliación de esta vía, indispensable ya y vital para empatar con el futuro viaducto a Tierrabomba. Hay que cogerle la caña.
Todo gobierno nuevo tiene una curva de aprendizaje, pero en el gabinete del alcalde Campo Elías Terán hay personas con experiencia clara en obras públicas y quizá le convendría repensar quién hace qué en su equipo. El tiempo seco no puede seguir pasando y que siga sucediendo lo mismo con la infraestructura vial destruida: ¡nada!
Ojalá que el arrullo veranero dé paso a una actividad pronta y frenética para recuperar la malla vial de la ciudad.

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