La víspera del Jueves Santo, una pareja de turistas del interior preguntó en el Muelle de La Bodeguita si había una embarcación que los llevara sólo a Bocachica en la mañana y los trajera en la tarde. La única solución dada a las dos personas fue que tomaran una lancha fuera del Muelle –y les indicaron algunos sitios donde hacerlo en Manga, Pie del Cerro y Bocagrande– pero les advirtieron que se someterían a inconvenientes, como una menor seguridad, y de pronto les tocaba esperar cierto tiempo, mientras la lancha terminaba otros recorridos. Prudentemente, la pareja desistió de Bocachica. El Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo es una de las mayores bellezas naturales de Colombia, un conjunto de ecosistemas submarinos como los arrecifes de coral –por desgracia maltrechos en muchos lugares-, cuyas formas y colores agradan. Para los amantes del mundo submarino, bucear en las aguas cristalinas de Corales del Rosario es una sensación gratificante. Pero también era una experiencia agradable aquel paseo relajante, el mayor atractivo marino de Cartagena hace 30 ó 35 años: el paseo a Bocachica a bordo de embarcaciones pintorescas como el “Ferry Dancing”. Allí eran recibidos por gente risueña y dicharachera, incluidas las grandes cocineras del lugar, sin los atuendos coloridos de hoy, pero con más autenticidad al ofrecer sancochos de sábalo o pargo frito con patacones y arroz con coco. Los visitantes se instalaban en cabañas de palma y disfrutaban del mar y del sol. Después de almuerzo, recorrían sin prisa los recovecos de los dos castillos, descubriendo sombras refrescantes debajo de túneles y troneras. Poco antes de las cinco de la tarde, las embarcaciones, entre ellas el “Ferry Dancing”, cumplían el recorrido de vuelta, sin las angustias de las olas fuertes que son implacables mar afuera cuando se regresa de las Islas. Bocachica, donde se alzan tres monumentos militares de la era colonial española, como vigías que cuidan el pequeño canal de entrada a la Bahía, incluido el fuerte del Ángel San Rafael, sobre el Cerro del Horno, debería recuperar la importancia para los operadores turísticos, la mayoría de los cuales sólo ofrece una escala para visitar apresuradamente los castillos, en una fila orientada generalmente por guías que hablan sin pausa y que no transmiten la magia de las centurias escondida en cada piedra. Quienes no se atreven a navegar el Mar Caribe alebrestado, donde están los arrecifes de coral y las islas paradisíacas del Rosario y San Bernardo, pero sí les gustaría llegar hasta Bocachica a ver sus fuertes y a una charla descomplicada con la gente, no tienen opciones, excepto los recorridos ilegítimos y peligrosos, que afortunadamente están más controlados por las autoridades portuarias. Parte del secreto para que la industria turística en Cartagena crezca es una mayor variedad de alternativas, pero muchos empresarios turísticos insisten en la certeza de lo rutinario. El Distrito también debería hacer lo suyo –capacitación, aseo y orden- para que Bocachica recupere la importancia que merece.
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