Editorial


Ponerle el cascabel al gato

El domingo pasado, el capitán (r) Luis Borja Barón propuso en una columna de opinión en nuestra página editorial, que la Base Naval debería salir de Bocagrande porque le crea inseguridad al barrio ante un ataque de cualquier país, que en este caso sería Venezuela, aunque Borja no lo nombrara directamente. Ayer publicamos aquí una nota en la que un experto asegura lo que todos sabemos: que Chávez pretende “capturar” a Colombia de una forma o de otra y que con frecuencia muestra mapas de Colombia y Venezuela sin fronteras comunes, y llama al territorio de ambos países la Nueva Granada, como en épocas de Bolívar, en quien pretende encarnarse. También dice el analista –y le creemos- que la escalada retórica de Chávez contra Colombia no tiene nada que ver con las bases militares que usarán los Estados Unidos en este país, sino que son apenas el pretexto para avanzar en la búsqueda de cómo implantar el “proyecto” bolivariano aquí. Ya sabemos que en las barriadas pobres de muchas ciudades colombianas hay agitación por cuenta de “diplomáticos” de Venezuela, que reclutan estudiantes para becarlos y devolverlos al país como quintacolumnistas bolivarianos, además de que Chávez se descaró y apoya abiertamente a las Farc. No es improbable que cualquier día Chávez decida crear alguna confrontación con cualquier pretexto, y un blanco obvio, como hemos dicho aquí varias veces durante los últimos años, sería la Base Naval de Cartagena por ser la más grande del país. Así que existen razones sensatas del orden militar para sacar a esta instalación de Bocagrande. Antes, esta propuesta era esgrimida como una manera de ampliar las vías de entrada y salida de ese barrio, y para crear zonas verdes, aunque es bastante obvio que las más de 50 hectáreas “pulpas” ocupadas por la Base están en la mira de los urbanizadores, no creemos que para hacer parques, sino más moles de cemento. Estas harían insuficiente cualquier nueva ampliación de las vías, como ha pasado y seguirá pasando en Bocagrande, Castillogrande, El Laguito y Manga, a menos que la Administración se ponga los pantalones y corrija las reglas de juego, algunas interpretadas de manera acomodaticia, mientras las administraciones han mirado para otro lado. No se puede negar el aporte indispensable de la construcción al empleo local, pero la ciudad no puede seguir a merced suya. Dicho lo anterior, es poco probable que cuando la Armada salga de Bocagrande, el desarrollo de los terrenos de la Base Naval se haga de manera racional, para defender la calidad de vida en la ciudad, ya que tendrían que venderse al mejor postor para construir las nuevas instalaciones navales en alguna parte y seguramente caeríamos en lo mismo. Algunas personas le llaman “desarrollo” a este proceso degenerativo, pero que podría ser más racional si hubiese autoridad y se respetaran las normas y el interés común. De todas maneras, es hora de que la salida de la Base Naval de Bocagrande se contemple de manera seria y de que sea la propia Armada la que haga las propuestas. La Institución misma debería ponerle el cascabel al gato.

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