Editorial


Por una política moderna de pesca

Colombia no tiene una política de pesca integral, y sin embargo, otorga licencias casi regaladas a palangreros extranjeros, sin saber qué efectos tienen sus artes bárbaras sobre las poblaciones de peces en nuestras aguas, aunque hay indicios certeros: los pescadores artesanales y los deportivos capturan cada vez menos piezas, tanto territoriales como pelágicas. Los peces territoriales son aquellos que pasan su vida en áreas relativamente pequeñas de los arrecifes, que cada uno defiende de otros de su misma especie. En este grupo están los pargos, chernas y meros, entre otros de menos valor comestible. Los pelágicos como los atunes, sierras diversas, dorados y peces de pico, como el Pez Vela y el Marlin, nadan en alta mar buscando cardúmenes de peces pequeños. Por su parte, los tiburones son una familia extensa y variada, con representantes en los arrecifes y en aguas azules lejos de la orilla. El palangre consiste de una línea de miles de metros que flota con muchísimos anzuelos pendiendo de ella, dejados tras de sí por barcos especializados, que luego de poner varias de estas artes en el agua, las recogen con su captura. El palangre mata todo lo que pique en él, usualmente pelágicos, no importa si es un pez juvenil con poco valor comercial. Cada vez menos países permiten palangres en sus aguas, por lo que sus practicantes se “rebuscan” en aquellos con legislaciones de pesca laxas o inexistentes, como Colombia. La Billfish Foundation contrató un estudio entre 2007 y 2008 acerca de la incidencia de la pesca deportiva en la economía del pueblo de Los Cabos, en Baja California, México, y encontró que 354.013 personas pescaron allí durante 2007, gastando unos US 1.785 cada una en hoteles, restaurantes, transporte, artesanías y por supuesto, pesca. La actividad económica total nacida de la pesca deportiva originó ingresos totales de US 1.125 millones en 2007, incluyendo US 633,6 millones en ventas al detal; 24.426 empleos; y US 245,5 millones en impuestos locales y federales. El total de ingresos ocasionados por la pesca deportiva es el 24,1 % de los ingresos totales de Los Cabos. Los datos anteriores desvirtúan cualquier aserto populista y previsible de que la pesca deportiva es para beneficio exclusivo de los ricos, cuando estimula toda la economía local. Cada lancha en faena de pesca deportiva necesita al menos dos empleados, aparte de los muchos puestos indirectos que genera. Y al contrario de la matanza indiscriminada del palangre, la pesca deportiva se asegura de que las piezas pequeñas se devuelvan al mar, permitiendo su sostenibilidad. Así, cada Marlin y cada Pez Vela se “vende” muchísimas veces, y no una vez única, irreversible y barata. Insistimos: el Distrito de Cartagena tiene que preocuparse más porque se suspendan las licencias a los palangreros hasta cuando se desarrolle una política integral de pesca. Aunque los permisos son de jurisdicción nacional, le incumbe directamente al Distrito porque los palangres matan la pesca cartagenera, tanto la deportiva como parte de la comercial. Cartagena podría derivar muchos ingresos de ambas, especialmente con el desarrollo del Corredor Náutico y las nuevas marinas.

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