Editorial


Predecir mareas, indispensable

La predicción de las mareas se convirtió en una herramienta indispensable para la vida diaria de Cartagena de Indias.
Antes de que el nivel medio del mar tuviera un aumento tan notorio y continuo, saber la altura de las mareas sólo les servía a los navieros para ingresar sus barcos a los puertos más precarios. Y ahora, con los barcos “post Panamax”, de calados grandes, la información se vuelve aún más importante mientras más incierta sea la profundidad de un puerto, que no es el caso de Cartagena.
Pero en esta ciudad, donde las mareas metidas a tierra firme entorpecen la movilidad de miles de ciudadanos, predecirlas y anunciarlas ya no es una opción, sino un servicio público obligatorio por parte de la Administración distrital. Y no hacerlo cuanto antes sería una omisión imperdonable.
El mar en las calles les impide la movilidad a los peatones, tiene consecuencias peores en los barrios más pobres, causa más trancones de los que ya hay, arriesga los árboles y zonas verdes con un nivel freático elevado y salino, y pudre el parque automotor.
La ciudadanía tiene derecho a información que le permita minimizar los daños que causan y seguirán causando las mareas cada vez más altas, al saber cómo y por dónde evitar las calles llenas de agua salada. Para el propio Distrito, sería una forma de racionalizar el tránsito por rutas secas donde sea posible, evitando que se dañen las calles al soportar tráfico constante estando inundadas con agua de mar.
Desde enero, las predicciones de las mareas llevadas a cabo por el Ideam presentaron inconsistencias, por lo que dejamos de publicarlas para no causar perjuicios en la ciudadanía. Pero a partir de hoy publicaremos nuevamente la tabla de mareas, esta vez calculadas por el CIOH de la Armada Nacional.
Increíblemente, Cartagena sólo tiene un mareógrafo, de propiedad del Ideam y administrado por el CIOH mediante un convenio. Pero uno solo de estos aparatos es insuficiente, y según fuentes expertas consultadas por El Universal, se necesitarían al menos tres, es decir, dos más, uno de los cuales podría estar cerca a la desembocadura del Canal del Dique y el otro en algún lugar frente a Cartagena (como Bajo Grande).
Los dos mareógrafos que hacen falta no costarían más de 50 millones cada uno, mucho menos de lo que cuesta reparar hasta el tramo más insignificante de las calles dañadas por el tráfico rodando con agua salada, o la podredumbre causada a las carrocerías del parque automotor de la ciudad.
Convendría que el Distrito le entregue el par de mareógrafos al CIOH mediante un comodato, que complementado con la topografía detallada de las áreas costeras de la ciudad, que ya tiene DIMAR, permitiría anunciar con mucha más precisión no solo la altura diaria de la marea, sino cuáles calles inundaría.
Y este sí que sería un servicio público útil, que compensaría parcialmente la demora en construir las primeras defensas costeras “piloto” a las que se comprometió el Distrito, pero que no arrancan aún.

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