Editorial


Prestan un mal servicio y se hacen las víctimas

El viernes pasado, nuevamente los empresarios del transporte público colectivo en Cartagena se reunieron con las directivas de Transcaribe y se vistieron con su disfraz de víctima para imponer criterios inauditos e irreales al momento de empezar a funcionar el sistema integrado.
El argumento torcido de los transportadores de que Transcaribe los llevará a la ruina, por lo cual exigen un tratamiento privilegiado en el futuro, se cae por su propio peso cuando recordamos que desde cuando el sistema era sólo una idea y se les invitó a participar como socios del mismo se negaron rotundamente alegando que ellos tenían un derecho consolidado que no podía desconocerse al momento de ponerlo en marcha.
El caos en los buses y busetas del servicio urbano la noche del pasado viernes, cuando salía la gente del estadio Jaime Morón luego de haber asistido al partido mundialista entre Austria y Panamá se convierte en una razón más para exigir que las obras de Transcaribe se aceleren y que entre en marcha lo más pronto posible.
En espectáculos masivos como el del Mundial Sub 20 resulta difícil para quienes no tienen vehículo, encontrar un taxi desocupado, una circunstancia inexplicable, pues es evidente a diario que la oferta supera la demanda en Cartagena, y es de suponer que muchos taxistas querrían aprovechar esa mina de espectadores caminando por la Pedro de Heredia en busca de transporte a las 8 de la noche.
La única opción el pasado viernes era esperar las busetas que hacían su ruta cerca del estadio, que pasaban repletas y que sin embargo iban embutiendo a los pasajeros a niveles no sólo incómodos, sino peligrosos. Una vez “completado” el cupo, se lanzaban raudas sorteando los obstáculos de la obra de Transcaribe y los que había dejado la lluvia, en una exhibición de temeridad e imprudencia. En muchos casos, personas de edad madura se aferraban de pánico a los precarios tubos del techo para no ser lanzados por los frenazos y arrancadas súbitas, o por las maniobras de desplazamiento de un lado a otro.
A esta manera tan peculiar de conducir, que es el pan de cada día en las avenidas y calles principales de Cartagena, se le suma el pésimo estado técnico mecánico de la mayor parte de los buses y busetas, que frecuentemente sufren desperfectos en la mitad de su recorrido, dejando al garete a sus pasajeros.
Cuando el ciudadano ve pasar estos vehículos a toda velocidad, escapando por milímetros a llevarse a los carros que vienen por el carril contrario en vías estrechas pero de mucho tráfico, se pregunta qué milagrosa intervención divina impide que haya más accidentes mortales en Cartagena.
De manera que son los propios conductores con su comportamiento insensato y peligroso, y los dueños de buses con su tolerancia a esta arriesgada forma de conducir, quienes se han encargado de dar los argumentos que sustentan la necesidad de erradicar para siempre este sistema obsoleto, descontrolado y riesgoso, para dar paso a otro más eficiente, cómodo y seguro.
Es preciso, sin embargo, estar atentos cuando empiece a funcionar Transcaribe, porque seguramente los transportadores querrán seguir circulando sin control por las vías locales y si los dejan, muy pronto lo estarán haciendo por los carriles exclusivos para los buses articulados del sistema.

 

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