Editorial


¿Qué está pasando en Brasil?

Cuando la atención de América Latina y muchos países importantes del resto del mundo empezaba a concentrarse en las emociones deportivas de la Copa Confederaciones en Brasil, las agencias y cadenas noticiosas comenzaron a transmitir el lunes pasado reportajes sobre manifestaciones de protesta contra el alza de las tarifas del transporte público en las calles de São Paulo, Brasilia, Porto Alegre y Rio de Janeiro.
Lo que al principio parecía un movimiento enfocado en una reclamación puntual se convirtió muy pronto en una explosión popular que cogió por sorpresa no solo al gobierno brasilero, sino a todo el mundo.
El jueves pasado, más de un millón de personas salieron a la calle en unas 80 ciudades de Brasil, convocadas por el Movimiento por el Pase Libre, una organización fundada durante el Foro Social Mundial de 2005 en Porto Alegre, que decidió llamar a la protesta para frenar el alza de la tarifa del transporte público, pero que amplió sus reclamos para pedir una sociedad equitativa e incluyente y un gobierno sin sombras de corrupción.
Lo paradójico es que este movimiento de reivindicaciones sociales, que exige mejores escuelas, mejor transporte público y mejores hospitales, está dirigido contra un gobierno de izquierda –especialmente contra funcionarios corruptos  que no han sido sancionados– y sus impulsores no son organizaciones sociales de izquierda, al punto que el gobernante Partido de los Trabajadores, que tantas movilizaciones populares encabezó en el pasado, está sorprendido de ver una explosión popular que no controla.
¿Qué reclaman los que protestan en Brasil?
Reclaman servicios públicos eficientes, escuelas y universidades de calidad, y hospitales que los atiendan debida y dignamente.
Reclaman también un Gobierno transparente, políticos que no sean corruptos, eficiencia de la justicia y menos impunidad.
Reclaman una sociedad menos desigual y que les dé oportunidades a todos.
Esas reclamaciones son las mismas que los ciudadanos de otros países, entre ellos Colombia, están haciendo a diario, sólo que no a través de gigantescas manifestaciones callejeras, que tarde o temprano terminan teñidas de violencia, como ya ocurrió en Ribeirao Preto, São Paulo y Belén del Pará.
Son legítimos estos reclamos, y en Brasil son más legítimos porque el país ha experimentado un enorme crecimiento económico en los últimos 10 años, reconocido por organismos económicos mundiales y los países más desarrollados del mundo.
Los brasileños piden que esa prosperidad se traduzca en mayor bienestar colectivo, que la riqueza sirva también para hacer ciudades más cómodas, más amables, más productivas y más útiles para el ciudadano.
No pretenden cambiar el mundo, ni buscan tumbar al gobierno, quieren un país mejor, una aspiración válida que pierde su legitimidad cuando el reclamo causa caos, muerte y destrucción.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS