Editorial


Que nos devuelvan las llaves

Jaime Angulo Bossa escribió una serie de columnas en El Universal acerca de la independencia de Cartagena, y demostró por qué esta ciudad fue la fuente de la independencia del resto de los lugares de la Nueva Granada en lo que hoy es el territorio colombiano. Pronto saldrá un libro suyo al respecto. El Distrito desarrolla la programación para celebrar el Bicentenario de la Independencia, pero sobre todo, para crear conciencia de qué fue lo que pasó en la gesta independista local, cuándo ocurrieron los distintos hechos que la construyeron y quiénes fueron sus protagonistas. La historia convencional decía que los miembros del Cabildo de Cartagena, aliados a los lanceros de Getsemaní, habían declarado la independencia absoluta de España. Alfonso Múnera fue quien primero se enfrentó a esta versión simplista y elitista, argumentando que Romero, líder popular de primer orden, era tratado como el personaje segundón de una obra de teatro, que entra en escena brevemente y luego de hacer mutis por el foro desaparece en la blancura de la historia oficial. La historia verdadera es otra. Los lanceros de Getsemaní no fueron actores menores, sino el instrumento mediante el cual Pedro Romero presionó a los cabildantes más pusilánimes, que querían más discrecionalidad de la Corona para actuar, pero sin cortar los vínculos con la “madre patria”. Consolidada la victoria patriota con la derrota y partida definitiva de Pablo Morillo hacia España en 1821, quedó de gobernador de Cartagena el general Mariano Montilla, quien años después intentó darle las llaves de la ciudad –las ceremoniales, pero que también abrían y cerraban las distintas puertas fortificadas de la ciudad-, al general Bolívar, pero éste no se las recibió por considerarlas en buenas manos. Las llaves pasaron a los herederos de Montilla en Venezuela, quienes las donaron después a Colombia en un gesto que la ciudad y el país deben reconocer y agradecer. No se las devolvieron a la ciudad, sino al Museo Nacional -¡afortunadamente!- porque de estar aquí, hubieran corrido la misma suerte de los objetos del Libertador en la antigua Inquisición: ¡se los robaron! Como en la Custodia de Badillo, la famosa canción de Escalona, los debe tener un “ratero honrado”. El caso es que las llaves de las puertas de la Cartagena pre y pos colonial reposan en el Museo Nacional gracias a los Montilla y al buen cuidado de esa entidad respetable, pero ya deberían estar aquí en Cartagena, como heredad que son de la ciudad, para que –debidamente exhibidas y custodiadas-, las disfruten todos sus hijos y visitantes. Recuperar las llaves que nos pertenecen será un asunto de trámite, pero nos resta otro rescate más difícil: el reconocimiento de que la Independencia de la que hoy es Colombia se originó en Cartagena, y que el 20 de Julio es una imposición del poder central. Lo más importante, sin embargo, es que lo sepan, sientan y celebren todos los cartageneros, y que de aquí en adelante, esta primera gesta común nos inspire para construir una ciudad mejor.

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