Editorial


Real Cartagena es un patrimonio colectivo

Tras la fulminante derrota 3-1 ante el Junior, y la ubicación en el umbral del descenso, el técnico del Real Cartagena, Huber Boderth, pidió a los aficionados que respalden al equipo, porque es cuando más lo necesita. “La intención es enderezar el camino en las nueve fechas que restan”, declaró Boderth el lunes a los periodistas. El asunto es que el equipo podría enderezar el camino si tuviera alternativas, si contara con jugadores para ensayar otro esquema más ofensivo y menos vacilante. Pero esa precariedad de nómina, que hace prácticamente imposible realizar cambios eficaces, esa indolencia en la recuperación de jugadores como Iriarte, esa restricción de gastos disfrazada como una estrategia de puros criollos, esos problemas con otros jugadores como Del Valle que generan dudas e incertidumbre, esa renuencia a invertir y ese afán de ganancias a corto plazo se confabulan para obstaculizar el propósito de no regresar a la Primera B. Un equipo profesional de fútbol es una empresa seria y es más que un negocio. Es una institución que debe fomentar valores edificantes y que debe congregar las voluntades en defensa del espíritu deportivo, la excelencia competitiva y la fortaleza de la unión. Para reclamar la adhesión y el apoyo del público es preciso haber construido fidelidad, haberse esforzado por dejar de lado la visión estrictamente lucrativa, para impulsar un proyecto que convoque a la comunidad, que la entusiasme. Y con esa visión, el Real Cartagena será un símbolo poderoso, al que entonces podría sacársele provecho, si la creatividad de buenos mercadotécnicos inventa estrategias de venta de camisetas, lapiceros, gorras, mochilas y balones autografiados, que sumen ingresos. No es un secreto que el Real Cartagena, como organización, tiene una mala imagen entre los aficionados y entre la ciudadanía en general. Y existe la creencia, manifestada en los cientos de comentarios a las notas deportivas que publican los medios en la Web, de que sus dirigentes no invierten y sólo quieren tener utilidades bajando excesivamente los costos. Es posible que el equipo sea una organización privada –aunque el pequeño porcentaje de acciones que tiene el Distrito y el patrocinio que le da la Gobernación de Bolívar cambian un poco esta naturaleza–, es una institución que se volvió patrimonio de los cartageneros, como el Concurso Nacional de Belleza. Tal condición exige de sus accionistas y directivos una gran responsabilidad y una serie de deberes, el principal de los cuales es asegurar los recursos necesarios para competir con calidad en un torneo que convoca el interés de los colombianos y al mismo tiempo produce enormes dividendos. Aunque en ocasiones discrepemos con el planteamiento táctico, debemos reconocer que el Real Cartagena está haciendo su máximo esfuerzo con los exiguos recursos que tiene y con jugadores de poca experiencia. Sus accionistas deben hacer un sacrificio y recapitalizar al club lo suficiente para tener una nómina competitiva, o abrir democráticamente la propiedad a quienes seguramente sí invertirían con entusiasmo.

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