Editorial


Regalías y miseria

La temporada de lluvias especialmente intensas ha tenido consecuencias graves. Buena parte del país está inundado. En Bolívar, el asunto es preocupante. Achí, Magangué y muchos otros municipios del sur están agobiados por el agua excesiva. Los pueblos del norte de Bolívar, también. El problema es múltiple: la gente no tiene donde vivir; sus casas están bajo agua, y sus cosechas también. Perderán lo que invirtieron en ellas en dinero y trabajo personal, y dejarán de tener comida e ingresos en el futuro cercano. Reparar sus casas cuando baje la creciente costará dinero, y vivir el día a día hasta entonces también. Hay hijos que alimentar, vestir y educar, a pesar de que viven en covachas improvisadas sobre las bermas de los caminos que no se han hundido aún, o sobre cualquier montículo cercano que les permita cuidar sus casas sumergidas para que no les roben el techo, las puertas y los pocos elementos duraderos que puedan tener. Necesitarán sembrar sus tierras en la primavera próxima, dentro de unos siete meses y algo si el clima lo permite, y tendrán que sobrevivir de ahora hasta entonces. Necesitarán capital de trabajo para volver a sembrar sus tierras ya escurridas. Sembrar no quiere decir cosechar, y requerirán tener de qué vivir hasta la próxima cosecha, si es que no se les vuelven a inundar las tierras labradías. Es decir, tienen por delante 7 meses sin ingresos ni cosechas, y en mejor de los casos, cosecharán maíz de “primera” –o de la primavera- 3 meses después, es decir, dentro de 10 meses, si todo sale bien. Como dijimos aquí hace un tiempo, esta tragedia de las inundaciones se repite cada año. Centímetros y semanas más o menos, son las mismas inundaciones, en los mismos lugares de los que la gente no se quiere ir, o no puede abandonar. Suelen ser tierras feraces cuando no están atropelladas por las lluvias imparables o por los veranos caniculares. De vez en cuando, los campesinos tienen un año bueno, en el que los elementos se portan bien, y los animará para seguir en la misma brega, de la que es difícil escapar. Muchos, derrotados y con sus familias destruidas y dispersas, irán a instalarse en los cinturones de miseria de las ciudades del Caribe colombiano, atraídos por una esperanza que en la mayoría de los casos resultará vana. El Universal de ayer citaba al ministro de Minas, Carlos Rodado Noriega, quien afirmaba que a Bolívar le entraron 81 mil millones de pesos en regalías en 2009, y con la propuesta del Gobierno le entrarían 450 mil millones a partir de 2012; 551 mil millones en 2013; y 622 mil millones en 2014. Da mala espina ver a algunos de los personajes de siempre revoloteando alrededor de las regalías, por lo que cualquier proyecto que se apruebe para distribuirlas debería blindarlas contra su rapiña. Si no se hubieran malgastado y robado las regalías a lo largo y ancho del país, es probable que estuvieran resueltos todos los problemas del Bolívar inundable y del de las sequías, y sus habitantes tendrían una calidad de vida envidiable. Es un crimen que estos recursos no vayan a dar donde más se necesitan.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS