Editorial


Salud, al filo de la muerte

Hace algunos años, el paseo de la muerte era un tema recurrente en los medios de comunicación de la ciudad. Los enfermos iban de clínica en clínica y de hospital en hospital sin ser recibidos, hasta que morían durante ese “paseo”.
El problema entonces era que los centros de salud se negaban a recibir a los pacientes aunque estuviesen equipados para las emergencias. Era un problema más de capacidad de pago del paciente que de capacidad técnica del hospital. Quien no podía pagar la cuenta no entraba al centro de salud sin importar la gravedad de su emergencia.
Ahora todo empeoró. La indefensión de los cartageneros nunca ha sido tan evidente como en el caso de la enfermedad del alcalde Campo Elías Terán Dix, tratado inicialmente en una de las mejores clínicas de la ciudad, pero insuficiente para hacer exámenes de cierta complejidad. Así que si el alcalde de Cartagena tuvo que viajar a Bogotá por recomendación de la propia clínica, que actuó responsablemente, ¿qué se espera para los ciudadanos comunes y corrientes?
La población más vulnerable es por supuesto la más pobre y podría incrementarse su sufrimiento no solo por la pésima infraestructura de salud de Cartagena, de la que ya es su mayor víctima, sino indirectamente por las consecuencias que podría tener la crisis evidente de la salud en Cartagena sobre el empleo.
La ciudad lleva años promocionándose como destino turístico y ha hecho la tarea bien con la ayuda del Gobierno nacional y mediante el esfuerzo descomunal del sector turístico local, pero ¿qué le pasará al turismo cuando se descubra que aquí un visitante se puede morir de cualquier cosa?
De igual manera, se promocionan proyectos de vivienda masivos de estratos altos en Bocagrande, Manga, el Centro y en la Zona Norte. ¿Dónde atenderán a los enfermos de esta población que se incrementa en las vacaciones y ya durante todo el año si enferman aquí? No nos referimos a una epidemia, sino a un solo enfermo de cierta complejidad, incluido un ataque cardiaco.
La clínica privada más emblemática de Cartagena, en Bocagrande, en pleno y tradicional sector turístico, ha retrocedido en capacidad técnica y carece hasta de Rayos X propios. Hace 20 años, hacían allí cateterismos y ahora ni siquiera hay esa posibilidad. Otras clínicas igual de importantes también languidecen.
Cuando muera el primer turista por falta de atención elemental adecuada y el mundo se entere de la verdad, se desplomará esta industria encima de las ruinas del sector de la salud, y con ella también caerán miles de empleos.
Esta no es una visión exagerada, sino realista. Lo que ocurre en el sistema de salud de Cartagena es inaudito, y además, una vergüenza para la ciudad, especialmente para la Administración distrital. Los expertos consultados por este diario estuvieron de acuerdo en que nunca antes había habido tanto dinero público para la salud del país, pero también nos dijeron que nunca antes había habido tanta corrupción e ineficiencia para manejarlo.
La dirigencia cartagenera -¿dónde diablos estará?- tiene que movilizarse de inmediato para conjurar esta crisis increíble antes de que haya una catástrofe más que anunciada.

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