Editorial


Salvar vidas en la playa

En las playas de Cartagena hay 44 salvavidas, todavía insuficientes para prevenir los accidentes peligrosos en estos lugares de afluencia masiva de personas.
La cooperativa que los agrupa por fin pudo legitimar un contrato con el Distrito y ahora Distriseguridad invirtió recursos para entregarles una dotación y garantizar su alimentación durante los turnos de trabajo. Además de eso, Cotelco se comprometió a reconstruir las casetas destruidas y a construir algunas más.
Aunque la organización aún no es la ideal, estos 44 salvavidas, que recibirán capacitación especializada en unos meses, pueden contribuir a que no haya muertos por inmersión en nuestras playas.
Un caso particularmente preocupante es el de las playas frente a La Tenaza y en Marbella, formadas por los espolones construidos en el sector, pero en cuyas aguas confluyen corrientes de distinta naturaleza que hacen peligroso bañarse allí.
El domingo pasado murió un menor de 12 años, quien se alejó de la orilla y fue arrastrado por las corrientes, y su tío de 20 años intentó rescatarlo y sufrió problemas que ayer le causaron la muerte.
Es evidente que las playas frente a La Tenaza no son aptas para bañistas, y aunque en ellas hay un gigantesco cartel que advierte sobre la prohibición de bañarse allí, mucha gente no le hace caso, de manera que el Distrito debe pensar de una vez por todas en impedir de manera más drástica la entrada de gente al agua en el lugar.
En las playas de Bocagrande hay otra amenaza para los bañistas: la práctica de deportes náuticos en lanchas pequeñas y motos marinas, prohibida hace varios años. La prohibición establecía una distancia a partir de la playa en la que no se podían utilizar motos ni lanchas, pero poco a poco esta restricción se olvidó.
No se trata de prohibir estos artefactos, pues a muchos turistas les encanta este tipo de diversión y su alquiler es una fuente de recursos para muchas familias, cuyos miembros no tienen otro empleo.
La solución es restablecer el límite en que están prohibidas y demarcarlo claramente con una hilera de boyas, como es usual en la mayoría de las playas de ciudades turísticas del mundo entero.
Eso se hizo en alguna época, pero esa tendencia a la informalidad y a la desorganización que tiene Cartagena fue retirando poco a poco tal barrera y terminó por olvidarse la restricción.
Es la misma informalidad que mueve a muchos bañistas, mayormente residentes en Cartagena a ignorar el cartel enorme de advertencia en las playas frente a La Tenaza y meterse en el agua sin pensar en el peligro de muerte que ello significa.
Hay prácticas imprudentes, como estas, que deben ser impedidas drásticamente en la ciudad para protección de la gente.
Dos tareas tiene el Distrito: garantizar que nadie se bañe en las playas de La Tenaza y demarcar claramente las zonas para deportes náuticos en Bocagrande. Y luego, hacer cumplir los reglamentos nuevos que emita y los antiguos que aún están vigentes.

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