Editorial


Sálvese quien pueda

El 5 de octubre pasado, Ricardo José Lozano P., director del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), le envió una carta a Carlos Castaño Uribe, viceministro de Ambiente. Según el IDEAM, ya se inició “la segunda temporada de lluvias para la Región Andina”, mientras que en el Caribe las lluvias casi no han parado desde que comenzaron, y para colmo de males, el fenómeno meteorológico de La Niña no da señales de abatimiento, sino que “Se espera que…; alcance su fase máxima de desarrollo durante el último trimestre del 2010 (octubre, noviembre y diciembre)”. Vaticina el IDEAM que la Región Caribe tendrá un trimestre final con “incrementos considerables en los niveles de los ríos Magdalena, Cauca, Sinú y San Jorge, y crecientes súbitas en ríos de alta pendiente y deslizamientos de tierra y avalanchas”. Siempre ocurre en el Caribe colombiano que la lluvia es mayor en el último trimestre, que octubre es muy lluvioso, y que hay inundaciones y deslizamientos de tierra, pero no recordamos ningún año cuando todas estas ocurrencias de la naturaleza se diesen tan temprano en el año, ni con tanta fiereza. Si hubiese parado de llover hace un mes, y aun dos, todavía sería un invierno de mucha más agua de la usual. Lo que nos dice el IDEAM es que ahora viene lo peor, y nos llega cuando ya quedan pocas riberas que no hayan sido sobrepasadas por las corrientes de los ríos crecidos, ni campos ni cosechas ribereñas que no estén bajo agua. Y si aún quedan algunos pocos sitios incólumes, su triunfo será pírrico apenas aprieten las lluvias de nuevo. Un fenómeno meteorológico como el de este año desnudó el fracaso de todos los gobiernos anteriores en todo el país, nacionales y locales, incapaces de planificar, dirigir y controlar dónde se deberían haber asentado núcleos de gente, y donde no. Debido a su ineptitud y desinterés, existe el término “vivienda de alto riesgo”, que no tendría cabida si el precepto bíblico de construir sobre las rocas se hubiese convertido en política oficial de vivienda. El documento del IDEAM está lleno de recomendaciones útiles, como la de no guarecerse bajo árboles grandes durante las tormentas porque éstos atraen los rayos, o no bañarse entonces en piscinas o cuerpos de agua por la misma razón, pero el verdadero tono del documento es de impotencia, y de curarse en salud para poderles decir a los alcaldes rurales “se los advertí”, si llegara a haber un desastre en lo que falta de invierno. Una comunicación útil de prevención hubiera sido escrita en verano y comenzaría diciendo algo así: “el IDEAM (o cualquier otra entidad oficial) tiene sopotocientos miles de millones de pesos para prevención de desastres, y el procedimiento para que los alcaldes los puedan usar para proteger las vidas y propiedades de sus ciudadanos desde ahora, es tal o cual”. Estamos advertidos por el IDEAM, quien no tiene culpa de nada, pero deja claro que la única consigna verdadera es “sálvese quien pueda”.

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