Editorial


Se agitan las marinas

Siguen las solicitudes para establecer marinas nuevas en Cartagena, y está muy bien que así sea. En las ciudades costeras más importantes de todo el mundo hay marinas, y en sitios como Mallorca y demás islas, estas instalaciones son asombrosas, ya que cada milímetro de los puertos seguros está aprovechado para este fin. Es cierto que en circunstancias como la anterior, se transforma la fisonomía costera de las ciudades y poblados, ya que el panorama natural se cambia por un bosque de mástiles y un enjambre de cascos flotando borda con borda. Tener un anclaje o un cupo en una marina en Europa es para ricos, ya que tienen una demanda ilimitada. El lucro para los municipios en donde existen estas instalaciones también es importante. Una ciudad con marinas es un centro de servicios enorme, y por lo mismo, crea demandas fuertes de diversa índole: empleo, astilleros, carpintería de ribera, comida, diversión, vestimenta, transporte y muchas cosas más. Para el fisco, las marinas son un negocio no sólo porque las embarcaciones pagan por ocupar sus puestos, sino porque se cobran impuestos sobre los yates, y porque los negocios que éstos generan también dan empleo y pagan impuestos. Las marinas son un componente indispensable del Corredor Náutico, ya que actúan de imán para los navegantes que vienen en plan de conocer lugares distintos, pero también de atracar sus naves en lugares seguros y cómodos, y de poder hacerles reparaciones a buenos precios y bien hechas. Cartagena tiene que concebir el desarrollo de sus marinas nuevas como parte de una estrategia general de ciudad y de país, y no como si cada una fuese un emprendimiento aislado. La marina con más probabilidades de obtener todos los permisos rápidamente es la que se proyecta en el Centro de Convenciones, y por buenas razones: la promueve el Gobierno, cuenta con los espacios adecuados para aparcar carros, privados o de servicio público, sin tener que causar trancones ni incomodidades al vecindario, y sin menoscabar su calidad de vida y la de los demás ciudadanos obligados a transitar por sus alrededores. Una novedad de esta marina es que podrá aumentar su área de servicios sobre muelles marginales amplios, sin quitarle espacio a las zonas verdes y vías aledañas. Las marinas proyectadas para los demás lugares de la ciudad deberían cumplir con los mismos principios generales de la del Centro de Convenciones para que puedan ser autorizadas, principalmente, no desmejorar la calidad de vida de los barrios donde se construyan, especialmente su movilidad, como pasaría en la Avenida Miramar si se otorgaran los permisos sin pensar en ampliar esa vía a una doble calzada, y sin sacrificar el paseo peatonal. Es cierto que las ciudades tienen que abrirle paso a la modernidad, pero no creando un caos, sino planificando bien para evitarlo. Todos los cambios plantean ventajas y desventajas, pero los nuevos paradigmas a los que se quiera llegar tendrán que satisfacer a la mayor cantidad de gente posible, y no establecerse para el lucro de unos pocos, y en perjuicio de vecindarios enteros.

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