Editorial


Seguridad alimentaria y ambiente

Cada ocho días durante las semanas últimas, José Félix Lafaurie, Presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegan), le recuerda a los colombianos a través de sus columnas en este diario y en otros, que por cuenta de los TLC, los 470 mil ganaderos de Colombia se arruinarán más, si es que eso cabe. La razón: los productos agropecuarios que entrarán de la Unión Europea, Canadá y eventualmente los Estados Unidos, con quienes se busca firmar TLC, están subsidiados con muchísimo dinero, y barrerán con los productos colombianos, principalmente la leche y la carne. La estructura de la ganadería, según Fedegan, es así: hay 1.132 ganaderos con más de mil cabezas de ganado; 4.600 tienen entre 500 y 1.000 cabezas; 62.000 tienen entre 50 y 500 cabezas; y 403.000 ganaderos tienen menos de 50 cabezas. De estos últimos, 234.000 tienen menos de 10 cabezas. La ganadería en Colombia es extensiva, lo que quiere decir que las fincas “normales”, sin condiciones técnicas de rotación y manejo, cargan una cabeza de ganado por hectárea (por año), mientras las fincas mejores podrían llegar a dos cabezas por hectárea, por año, en pastoreo extensivo. Con esta aproximación se puede suponer el tamaño de los predios de cada uno de los grupos de ganaderos mencionados arriba. En este entorno de precariedad económica ganadera, los candidatos a la Presidencia de Colombia no han dicho ni mu acerca del sector agropecuario, ni se sabe cómo el país podrá ser un productor importante de biocombustibles, sin dejar de producir comida para obtener la cada vez más esquiva seguridad alimentaria. Si la complejidad del cambio climático, que causa sequías e inundaciones extremas; la competencia desleal de los países ricos; los reparos a la ganadería y la agricultura por su papel en la deforestación y erosión de los suelos, además de la producción de gases de efecto invernadero de los bovinos (metano); ni la indolencia de nuestros candidatos bastaren para arruinar a la ganadería, la devastará entonces el mercado interno, cuya paradoja es que mientras el ganadero se arruina, a la mayoría de la población no le alcanza la plata para tomarse un vaso de leche, por muy barata que esté, ni mucho menos tomarse un yogurt. La única forma de sobrevivir en el campo colombiano y lograr la seguridad alimentaria –especialmente a través de la ganadería- es mediante un incremento exponencial en su eficiencia, que equivale a producir mucho más sin incrementar los costos, y poderlo hacer en menos tierra. Es hora de masificar agresivamente las mejores prácticas del sector rural desde el Gobierno Central, y desde las gobernaciones y alcaldías del país, como lo hizo Brasil, que ha revolucionado su ganadería mediante el llamado PRV, o Pastoreo Racional Voisin. Este no es más que un sistema de manejo intensivo de praderas, que permite aumentar la cantidad de ganado por hectárea exponencialmente y sin costos adicionales en cualquier suelo, lo que liberaría potreros para replantar bosques, y aún así, elevaría geométricamente la productividad y producción de carne y leche. Aunque Fedegan lidera la transferencia de esa y de otras tecnologías, su implementación debería ser política de estado.

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