Editorial


Siria, ¿el próximo objetivo?

Aunque los rebeldes sitios llevan ya varios meses quejándose del uso de armas químicas por parte del régimen de Bachar el Assad, solamente el jueves pasado el gobierno de Estados Unidos, a través del secretario de Estado John Kerry, manifestó que había indicios del empleo de este tipo de armas por lo menos en dos ocasiones.
Hace cuatro meses el departamento de Estado había expresado que tenía testimonios, pero luego rectificó, lo que muestra la prudencia con que los estadounidenses han manejado el tema, tratando de disuadir a quienes así lo crean de que no buscan pretextos para una invasión.
El propio presidente Obama aseguró ayer que prefería esperar para acumular más pruebas antes de actuar contra Siria, y aunque anunció que trabajará de la mano de la ONU y de los rebeldes para comprobar las informaciones que se tienen de varias fuentes y los datos de inteligencia –lo que demandaría un buen tiempo–, es posible que el Congreso lo presione para tomar la decisión militar.
No hay hasta el momento pruebas concluyentes de los supuestos ataques de las tropas del régimen con armas químicas y a los expertos de la ONU no se les ha permitido entrar al país para obtener muestras de tierra o de restos de las víctimas rebeldes que puedan corroborar sin dudas la presencia de sustancias como el gas sarín y el agente nervioso VX.
Obviamente, Obama no quiere repetir el error del expresidente Bush al invadir a Irak, con la excusa de la existencia de armas de destrucción masiva que nunca fueron halladas.
Sin embargo, hay dos hechos en el caso de Siria que lo diferencian tajantemente del de Irak: la existencia de una fuerza rebelde consistente y decidida a luchar hasta el final, y los informes de inteligencia que práctimente dan certeza del empleo de armas químicas contra esa fuerza, lo cual sería un acto provocador que se burla de la advertencia hecha a Bachar el Assad.
Los informes, que muestran el uso de gas sarín a pequeña escala, han sido confirmados  independientemente por la inteligencia de Israel y de Gran Bretaña, y nadie puede pensar que Israel, como es enemigo de el Assad, simpatiza con los rebeldes, cuya gran mayoría de combatientes son árabes y musulmanes sunitas, aunque sean moderados y contradictores a muerte de los alawitas, una rama musulmana shiita, las más radical.
Pero el hecho de haya una seguridad casi del 100% sobre el uso de armas químicas por parte del régimen no logra decidir a Obama, además, porque el país tiene un tejido de alianzas indescifrable: cristianos, kurdos, otras ramas shiitas, inmigrantes armenios y sus descendientes, y beduinos, entre otros, cada cual con sus propios intereses políticos, económicos y religiosos.
Por ahora, Obama solo escogerá la opción militar cuando haya pruebas contundentes e irrebatibles de que se está reprimiendo a los rebeldes con armas químicas proscritas, lo que no será fácil.
Habría que preguntarse si resistirá la presión de los demócratas y republicanos del Congreso, que están convencidos de que el régimen sirio cruzó la raya.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS