Editorial


Tierrabomba erosionada

Cartagena conoce bien la fuerza del Mar Caribe y su efecto sobre las costas. Tenemos una tradición larga de construcción de espolones para proteger las playas. Uno de los más importantes y aún inconcluso es el Iribarren, en inmediaciones de las playas del Hotel Caribe.
Todo el litoral cartagenero tiene espolones, aunque no se les mantiene ni prolonga con la frecuencia necesaria, sino cuando alguna crisis lo hace indispensable.
Los más recientes fueron construidos en Crespo, frente al túnel aún no inaugurado, luego de concluida la protección marginal del litoral mediante un malecón en roca.
Sin espolones y sin malecón en algunos sitios de Cartagena, el Caribe ya habría reclamado bocados de nuestras orillas. Hace poco la erosión amenazó a la avenida Santander, llegándole peligrosamente cerca frente al monumento a los alcatraces.
Difícilmente un cartagenero, por sencillo que sea, ignorará para qué sirven los espolones, y por supuesto, sus autoridades lo saben de sobra. Pero a pesar de que los habitantes de esta ciudad vemos estas estructuras desde que nacemos, los responsables parecen ciegos ante las dificultades del pueblo de Tierrabomba, en la isla del mismo nombre.
La erosión allí es no solo lamentable, sino peligrosa. Varias casas ya rodaron por el abismo a medida que el mar socava las orillas y por lo mismo, las bases de las edificaciones sobre los acantilados del pueblo.
Una compañía se ganó el contrato de las obras de protección, que incluían un enrocado en la base de los acantilados y una protección costera en forma de “L”, con espolón incluido.
Los líderes de ese pueblo aseguran que a pesar de haber recibido más de la mitad del dinero del contrato (750 millones de pesos, de un total de 1.500 millones de pesos), el contratista no ha hecho absolutamente nada que evite la erosión del pueblo. Hasta el aljibe colonial de agua dulce sucumbió.
El nuevo alcalde de Cartagena ya heredó bastante oficio atrasado, todo importante, pero es urgente resolver lo que le pasa a Tierrabomba cuanto antes, especialmente porque hay un contratista y hubo un anticipo. Dejar que el mar desplome al resto del pueblo sería una infamia.
Además del progreso que le pueda llevar el traslado de la Base Naval, Tierrabomba tiene un futuro turístico y cultural importante, ya que allí existen varios hornos coloniales y su extremo sur es un camposanto, en inmediaciones del fuerte de San Fernando, construido sobre las ruinas del San Luis, destruido por Vernon. En esas playas cayeron muchos soldados, incluyendo combatientes venidos de los Estados Unidos, en ese entonces colonia inglesa. El lugar seguramente también es rico en artefactos de guerra de la época.
Velez Trujillo debería asegurarse de que el próximo camposanto no sea el pueblo de Tierrabomba por cuenta de los derrumbes.

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