Editorial


TLC: la movida de Santos

Una vez más, el gobierno de Colombia hace una cosa inusual, como exigirle públicamente al Congreso de los Estados Unidos que apruebe el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre ese país y el nuestro.
Las palabras del presidente Santos, también poco comunes en el mundo de la diplomacia, fueron: “Que cumplan con su palabra y le cumplan a un socio estratégico como ha sido Colombia contra el narcotráfico y en muchas luchas por la democracia”.
En el mundo de la gente correcta, faltar a la palabra es una ofensa grave. En tiempos que ya parecen remotos, un apretón de manos bastaba para sellar un negocio entre las personas, y quien faltara a su palabra, cometía una ofensa seria.
Quien se quitara de un trato hecho de palabra era sometido a la sanción social y apartado por la comunidad de negocios. Adquiría fama de incumplido y difícilmente volvía a encontrar con quién negociar. Es decir, se suicidaba comercialmente. Aunque lo anterior explica una idiosincrasia arraigada en Colombia, y en otros países, esgrimirla no parece ser un procedimiento para tratarse entre gobiernos ni naciones.
Si el comercio de Colombia fuese importante para los Estados Unidos, es decir, si su falta fuese un factor de poder, o una manera de ejercer presión, se entendería esta exigencia pública de “cumplir con su palabra”. Pero sabemos que el mercado norteamericano es muy importante para Colombia, pero el nuestro es insignificante para los Estados Unidos.
Y como si fuera poco, Colombia ya no tiene la exención de aranceles para sus productos de exportación que le otorgaba el ATPDEA, tratado de preferencias arancelarias que no fue renovado y ahora los productos colombianos no serían competitivos en los Estados Unidos sin la garantía del Gobierno de que asumirá sus costos a través de Bancoldex mientras se “normalizan” las relaciones comerciales, lo cual no es seguro. 
¿A qué le juega entonces –otra vez- el Presidente con sus comentarios?
Es obvio que Santos acordó parte su estrategia con los congresistas estadounidenses amigos y promotores del TLC con Colombia, la mayoría republicanos, quienes esta semana amenazaron a Obama con que si la Casa Blanca no aprobaba el TLC con este país y con Panamá, ellos no firmarían el TLC con Corea del Sur, con el que Obama está comprometido.
Según Portafolio, “el representante comercial de Estados Unidos, Ron Kirk…;
debió oír calificativos, para la actitud del Gobierno de postergar los TLC, como ‘patético’, ‘rehén de los sindicatos’, ‘vergonzoso’, ‘falta de voluntad política y de coraje’…; Incluso, el senador Orinn Hatch, el republicano de más alto rango en esta Comisión, amenazó con mover el acuerdo con Colombia en el Congreso, aun sin el beneplácito del presidente Barack Obama, en caso de que este decidiera seguir postergándolo”.
Por su parte, el senador demócrata Max Baucus, quien estuvo en Colombia –y en Cartagena- hace poco, dijo: “Hace rato que se pasó el tiempo para aprobar este tratado…;La hora de actuar es ya”. Es evidente, entonces, que Santos, lejos de actuar solo, acordó una estrategia común con varios congresistas norteamericanos.
Si tiene éxito –y ojalá que lo tenga- sería la primera vez que un Presidente colombiano se le mete al rancho a uno de los Estados Unidos y se sale con la suya.

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