Editorial


Trancones: ¿qué se necesita?

En menos de tres días Cartagena sufrió protestas de taxistas y de mototaxistas y los traumas a la movilidad afectaron a miles de personas de todos los estratos. Las vías están tan colapsadas que un carro aparcado donde no debería estarlo causa trancones, para no hablar de los paros, que tienen esa intención explícita.La Calle Larga sigue siendo uno de los peores ejemplos de la inmovilidad en Cartagena, aunque los desmanes se repiten en todas las vías por cuenta de taxis, motos, buses y busetas, y por supuesto, carros particulares.
En la vía mencionada se aparcan autos, mayormente privados, de ambos lados de dos calzadas estrechas. Ni siquiera se ruborizan sus conductores, que a veces son damas cuyas joyas y vestimenta hablan de estratos altos, aunque de baja educación. Muchos hombres y mujeres de Cartagena sufren de un mal que es multiestrato: la conchudez.
En la Calle Larga, como en otras arterias, no debería haber autos aparcados en ninguno de los lados, pero aun en horas pico los hay a ambos lados. Cualquier conductor para frente a un negocio y espera a alguien mientras el trancón se extiende hasta el Puente Román, y a veces hasta el de Las Palmas.
En el semáforo de La Tenaza hay una sola calzada señalizada para virar hacia la izquierda, andando de norte a sur, pero los avivatos usan la calzada aledaña, que debería seguir hacia Bocagrande, para también virar a la izquierda, “cerrando” a los autos cuyos conductores esperaron pacientemente para seguir las normas.
En Bocagrande, en el semáforo frente a la entrada de la Armada, violan el carril derecho de la calle que está entre el parque de la Mariamulata y el edificio Seguros Bolívar, que debería ser usado para ir hacia Bocagrande. Los avivatos también lo usan para virar a la izquierda, en contra de la flecha, con tal de “ganarle” a quienes hicieron la fila como tocaba. Al igual que en La Tenaza, 7 de cada 10 de estos infractores andan en carros amarillos.
Es notoria la falta de agentes de Tránsito en toda la ciudad, así que es obvio que esta falencia es quizá el impedimento mayor para enfrentar el síndrome de la conchudez que carcome a los conductores de Cartagena. Si los agentes se apostaran en cualquiera de estos lugares con una grúa, llenarían las arcas del Tránsito.
La impunidad casi garantizada hace pensar a muchos conductores que seguir las normas es para melindrosos, para tontos, e indigno de la cultura prevalente: la del avivato. Bajo este esquema, todas las señales de tránsito, cebras incluidas, son apenas unos adornos inocuos puestos allí con el solo objetivo de que algún amigo del poder se gane un contrato.
Lamentablemente, todo empeorará mientras no haya multas temidas, como las del alcoholímetro y ahora las de las cámaras (que ojalá multipliquen), que obligan a los conductores a disciplinarse.

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