Editorial


Un peligro verdadero

El presidente iraní Mahmud Ahmadinejad fue recibido con entusiasmo y alabanzas por su colega venezolano Hugo Chávez, con quien se reunió para revisar acuerdos de cooperación.
El mandatario iraní visitará también Nicaragua –donde asistirá a la posesión de Daniel Ortega–, Cuba y Ecuador.
La gira de Ahmadinejad es una ratificación de la alianza de ese país con el bloque latinoamericano de izquierda y del propósito de fortalecer la “lucha contra la avaricia de los arrogantes del imperialismo”, como dijo en Caracas al responder a las palabras de bienvenida de Chávez.
También es una jugada diplomática para convocar el apoyo de esta zona del mundo occidental que, en cabeza de Estados Unidos, ha incrementado la presión sobre Irán por su programa nuclear.
En Viena, diplomáticos confirmaron a la agencia de noticias Associated Press que Irán ha comenzado a enriquecer uranio en nuevas instalaciones subterráneas y que ese proceso puede servir para fabricar metal mejorado que se usa en armas nucleares.
La información de la agencia indica que las centrífugas de las instalaciones en la localidad de Fordo “están produciendo un 20% de uranio, que puede ser convertido con mayor facilidad en material fisible para ojivas nucleares”, lo que fue comprobado en una inspección realizada la semana pasada por la Agencia Internacional de Energía Atómica.
que ahora se ha desatado como nunca antes jamás en mucho tiempo”, como dijo el mandatario venezolano en un discurso por radio y televisión.
Y es una amenaza que también compete a Latinoamérica, teniendo en cuenta que entre los acuerdos de cooperación de Irán con Venezuela, está uno de asistencia y transferencia de tecnología nuclear que ha sido justificado como “la búsqueda de una fuente de energía alternativa”, en un país que no necesitaría preocuparse por su futuro energético, teniendo en cuenta que está entre los que tienen las mayores reservas petroleras del mundo.
Estados Unidos, hay que reconocerlo, está frente a una situación internacional muy difícil, pues en Afganistán, la punta de lanza de su cruzada contra el terrorismo después del 11 de septiembre, se recrudece la lucha entre insurgentes talibanes y el gobierno del presidente Hamid Karzai.
Y en Irak, de donde se retiró dejando supuestamente un país con cierta estabilidad diplomática, apenas ayer murieron 17 personas por un atentado contra la facción islámica shii, al parecer perpetrado por otra facción, la suní, que están enfrentados en ese país.
¿Estas convulsiones mortales son una locura imperialista? ¿También lo es el complot terrorista descubierto en Filipinas para explotar bombas durante la procesión católica del Nazareno Negro, lo que significaría la muerte de miles de feligreses?
La amenaza terrorista es real, y lo preocupante es que en lugar de protegerse contra ella, algunos países latinoamericanos hagan bromas sobre ella mientras solidifican las alianzas con Irán, cuyas intenciones parecen encaminadas a imponer en el mundo un islamismo político extremista, muy alejado de la esencia sagrada musulmana.

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