Editorial


Un sistema de salud humanizado

La reiterada cantilena de las EPS (Empresas Promotora de Salud): “le estamos buscando camas en varias clínicas, pero todas dicen que no hay”, y la escasez de médicos cirujanos especializados de turno las 24 horas, como si las urgencias de salud ocurrieran sólo en horas de oficina, están enfermando a la gente en Cartagena y, a juzgar por las noticias que escuchamos a diario, también en el resto del país.
Un médico de cierta EPS  le decía hace días a un periodista de El Universal, que de los millonarios recursos que reciben, las EPS se quedan con el 80 por ciento, y sólo destinan para invertir en la atención de sus afiliados el 20 por ciento restante.
Eso una decisión infame, porque se juega con la vida de las personas.
Un colega de ese galeno, cirujano especializado, expresaba en la misma conversación que “el viejo cuento” de que no hay suficientes especialistas en tal o cual rama de la medicina es mentira, y que lo que pasa es que no quieren invertir en contratar a excelentes especialistas para tenerlos de planta, sino vincular por poco dinero a quienes tienen otras múltiples ocupaciones.
Por cuenta de esta deshumanización de las EPS, que también se ha extendido a muchas IPS (clínicas y hospitales), los trabajadores de la salud ya no son tan estrictos y cuidadosos como antes, y dispensan atención a la ligera, con los riesgos consecuentes.
No parece quedar en las instituciones de salud ni un pequeño vestigio del legendario juramento de Hipócrates, que antepone la sensibilidad y el deber profesional al interés material. Por asuntos de sueldo, muchos especialistas se niegan a trabajar después de cumplirse su horario, incluso cuando están atendiendo casos delicados, aplazando en ciertos casos operaciones quirúrgicas que se necesitan de inmediato.
Ayer, los familiares de varios pacientes de una reconocida clínica se quejaron ante este diario por la lentitud con que trabajaban los médicos, displicencia lo llamó el padre de una niña que esperaba en el centro asistencial una solución al terrible dolor en el abdomen que padecía desde la noche anterior.
Los profesionales de la salud y los trabajadores también son víctimas del mercantilismo y la mejor demostración es la denuncia de los vinculados a una cooperativa para prestar sus servicios a un hospital de tercer nivel, de que les deben varios meses de sueldo.
Parece que la última esperanza que les queda a los colombianos es la prometida revolución en salud del presidente Juan Manuel Santos, para que por fin cada ciudadano sea atendido dignamente cuando lo requiera.
Frente a esta torcida interpretación de la salud como un negocio al que hay que sacarle todo el jugo posible, el presidente Santos se convertiría en un héroe que logró lo que los colombianos hemos anhelado durante muchos años: una atención digna como seres humanos que somos.

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