Editorial


Un socialismo sin proletariado y con armas

La revolución socialista preconizada por el presidente Chávez, con el nombre de Revolución Bolivariana, aunque pretende haberse nutrido de los postulados marxista-leninistas y del ideario de Simón Bolívar, en la práctica no es fiel a ninguno de los dos. A simple vista, las acciones del gobierno venezolano –que incluyen expropiaciones, nacionalización de la producción y los servicios, y consolidación del partido único– parecen seguir al pie de la letra la plataforma de la Liga de los Comunistas (organización fundada y dirigida por Marx y Engels en 1847), pero mirando detenidamente, es posible encontrar grandes contradicciones. En primer lugar, la instalación de una dictadura del proletariado, mediante el control del poder ejecutivo para expropiar y reorganizar los medios de producción, no cumple en Venezuela la esencia del socialismo concebido por los dos filósofos, que es la hegemonía del proletariado, porque está propiciando lo que el marxismo-leninismo más combatía: nuevos tipos de desigualdad y la formación de otras clases y otras maquinarias de represión frente a la mayoría del pueblo. Marx y Lenin advertían del peligro de convertir el socialismo y luego el comunismo, en una forma generalizada de indigencia y necesidad, y es justamente lo que está haciendo el gobierno venezolano, que en lugar de invertir los enormes ingresos del petróleo en solucionar sus problemas energéticos y fortalecer los programas de equidad social, educación y salud, los gasta mayoritariamente en armas, como lo demuestra el reciente acuerdo con Rusia, que aceptó prestarle hasta 2.200 millones de dólares para comprar nuevo armamento, que se suman a los 4 mil millones de dólares que ya ha gastado el gobierno de Chávez en la compra de helicópteros, cazas y decenas de miles de fusiles Kalashnikov a ese mismo país. Semejante gasto, que verdaderamente contribuye a fortalecer la carrera armamentista regional, debería ser consultado con el “pueblo”, quintaesencia del modelo, y no haberlo hecho es contradecir el propio “socialismo del siglo XXI” que dicen defender Venezuela, Bolivia y Ecuador, y que según ellos, busca sortear la institucionalidad y gobernar “directamente con el pueblo”. Invertir en armas tan enorme cantidad de recursos, en un país cuyos problemas de subsistencia están aumentando y agravándose, no es una simple decisión ejecutiva, sino un paso trascendental que debe ser tomado por la fuente primaria del poder, el “proletariado” o, en términos más universales, el pueblo. El propósito de lanzar al continente a una carrera de adquisición de armas y a una eventual confrontación no es seguramente el deseo del pueblo venezolano, cuyas aspiraciones son a mejorar su calidad de vida, educarse y participar en las decisiones nacionales, en lugar de asistir pasivamente al fortalecimiento de una simple élite gubernamental, que no se apoya en las clases más altas, sino en otro sector discriminador y abusivo. La compra de armas a Rusia, por capricho del presidente Chávez y sin consultar a la ciudadanía, demuestra que en Venezuela no hay un gobierno del pueblo, sino un gobierno que se apoya en el autoritarismo, eso que tanto odiaban Marx y Lenin.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS