Ayer en la mañana, el ex Canciller Guillermo Fernández de Soto hablaba en RCN Radio acerca del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos y las dificultades para que el gobierno de Obama lo aprobara. El diplomático dijo algo poco característico de su oficio, tradición y talante: que ya bastaba que el país le agachara tanto la cabeza a los Estados Unidos por el TLC.Fernández de Soto interpretó los sentimientos de buena parte de los colombianos- quizá la mayoría de los que están enterados- que comienza a sentir las dolencias de unas vejigas enormes en las rodillas de la dignidad nacional, de tanto rogarle a los estadounidenses que aprueben el famoso TLC.
La relación entre Colombia y los Estados Unidos es asimétrica, obviamente, y mientras aquí una parte de la población tiene alguna noción acerca del TLC, y algunas expectativas acerca de sus resultados, la mayoría de los estadounidenses jamás ha oído hablar de Colombia, mucho menos del TLC por el que tanto hemos bajado la testuz durante al menos 10 años (la iniciativa viene desde la presidencia de Andrés Pastrana Arango y fue negociada hace 5 años por el gobierno Uribe).
Parte del bloqueo al TLC en los Estados Unidos proviene de los sindicatos que apoyaron a Obama en las elecciones, que argumentan que en Colombia no se respetan los derechos de los trabajadores, razón altisonante, aunque sabotean el Tratado porque piensan que destruye puestos de trabajo en su país y los crea en otros lugares. Los sindicalistas de allá, muchas de cuyas organizaciones pierden afiliados a toda carrera, temen extinguirse a medida que los inversionistas de los Estados Unidos hacen empresa por fuera de su país.
Ayer, Robert Kagan, un columnista del Washington Post, escribió una columna titulada “La dicotomía Egipto-Colombia”, en la que hablaba de la torpeza de los Estados Unidos al no aprobar los TLC con estos dos países.
Kagan resaltaba que Colombia era un “aliado fuerte” de los Estados Unidos en un continente lleno de gobiernos de izquierda, y resumió la situación diciendo que “…;algunas veces la política Norteamericana es tan incomprensible como lamentable, tan dañina para nuestros intereses como para nuestros ideales”. Y para los intereses e ideales de terceros países, añadiríamos nosotros.
Kagan asegura que dejar de ratificar el TLC este año sería “una bofetada en la cara del nuevo presidente de Colombia y el pueblo de Colombia,” y agrega que el gobierno de Washington no tiene intenciones de impulsar el TLC, a pesar de que los republicanos de de la Cámara de Representantes lo aprobarían.
Luego, dice que “Los líderes sindicales, por supuesto, se oponen a todos los tratados de libre comercio”, y añade que “Algunos grupos de derechos humanos aún quieren castigar a Colombia por abusos cometidos hace años, y algunos en la Administración (de EUA) están de acuerdo”.
Menos mal que Juan Manuel Santos no está de rodillas por el TLC y la relación de su gobierno con el de los Estados Unidos dejó de ser monotemática, aunque sin dejar la colaboración mutua contra el narcotráfico y el terrorismo.
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