Editorial


Un turismo renovado

Ayer se terminó la feria de Seatrade, en Miami, donde se congregan las líneas principales de cruceros y también acuden los representantes de los destinos turísticos que quisieran atraer a los barcos y sus pasajeros, como por ejemplo, Cartagena.
Proexport, que lidera la promoción de Colombia en el Seatrade, anunció que dos líneas, Princess Cruise y Norwegian Cruise Lines, doblarán sus recaladas en Cartagena en la temporada de 2012 a 2013, lo cual es una gran noticia. Los turistas que desembarcan en Cartagena han aumentado de manera vertiginosa, flujo que irriga la economía local.
El turismo de cruceros está cansado de las mismas rutas, que aunque se daban en el Caribe, tenían poca variedad. La buena imagen de la ciudad en el mundo ha convertido al Caribe colombiano –antes un destino paria- en una novedad apetecida.
En su primera presidencia, Álvaro Uribe visitó personalmente a los dueños y directivos de las líneas principales de cruceros y logró reactivar esta actividad, que estaba moribunda por la fama de inseguro que tenía el país, y que afectaba a la ciudad.
Un boletín de Proexport informaba ayer que “(…;) en el 2007 llegaron a Colombia 99 embarcaciones con 126.890 pasajeros; en 2008 arribaron 161 buques con 228.221 turistas; en 2009, 204 con 324.581 pasajeros; y el año pasado se alcanzó un máximo de 267 cruceros con 401.008 turistas”.
Siempre se especula con la cantidad de dinero que gasta un turista aquí, pero se repite que un promedio de 150 dólares es bastante aproximado, por lo que la temporada de 2010 debió dejarle a Cartagena USD 60.151.200 (401.008 turistas x USD150), lo que al TRM de ayer ($1.892,62), representa casi 114 mil millones de pesos, una suma enorme.
Aunque los cálculos son aproximados, no se puede negar que los cruceros son una bonanza para Cartagena, y que ésta y las demás llegadas de turistas deberían ser lo mejor administradas posible para que sigan creciendo, y también, para que sus beneficios lleguen a la mayor cantidad posible de habitantes.
Los estudios hechos hace algunos años indicaban que más de la mitad de los turistas de los cruceros regresan en avión y por más tiempo a los destinos donde les fue bien.
Es obvio que la ciudad debería volverse cada vez más eficiente para recibir los visitantes, y que aunque su atracción más fuerte es el Centro Histórico y los demás monumentos, hay que desarrollar muchos atractivos más, que multipliquen los empleos formales adicionales. También hay en curso en Cartagena varios proyectos importantes de turismo médico y de hoteles nuevos, que demandarán servicios complementarios mayores y más variados.
La expansión de la frontera turística debería abandonar el parroquialismo mezquino para evolucionar hacia una planificación integral mucho más ambiciosa que incluya todo el entorno: Barú, Islas del Rosario y San Bernardo, la Zona Norte, las playas locales y los pueblos vecinos, incluyendo muy especialmente la oferta artesanal y musical de los Montes de María.
Cartagena tiene que aprovechar la bonanza para reinventarse como destino turístico y consolidar esta industria importante, pero fácil de perder.

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