Editorial


Una caminata larga empieza con un paso

Es indudable que el caótico tráfico automotor de Cartagena y las dificultades para la movilización no podrán solucionarse de un día para otro, porque su complejidad y la concurrencia de múltiples causas requieren de una larga e intensa estrategia que sólo mostrará resultados paulatinamente. Sin embargo, como en cualquier problema, en el tránsito local, la aplicación de soluciones complejas empieza con pasos simples, concentrándose en un aspecto a la vez, atendiendo las dificultades pequeñas sin desfallecer, hasta cuando la suma de estos pequeños éxitos se traduzca en un logro importante. Una de esas dificultades pequeñas, que provoca a veces un caos descomunal es la lentitud en el flujo de vehículos entre el Puente Román y el Centro de Convenciones, a través de la Calle Larga. El problema empieza a la subida del Puente, sitio donde comienza la vía con un solo carril, pero al que desembocan vehículos que vienen por los dos carriles de la Avenida Jiménez más los que vienen del puente Las Palmas, generando en las horas picos un embotellamiento grande. Al bajar el Puente Román, la fila de carros debe avanzar despacio porque de la Avenida del Pedregal se cruzan otros carros, a veces a los empujones, y porque los que van por la Calle Larga tienen que parar repetidamente para sortear los obstáculos de vehículos estacionados a uno u otro lado de la vía, a pesar de que en este lugar está prohibido hacerlo. Hay momentos en un bloque compacto de carros intenta subir el Puente Román, con una gran pendiente, y la impaciencia, mezclada con la molestia, provoca conflictos, roces, y ya en varias ocasiones, choques y accidentes. Seguramente hay medidas que pueden aplicarse de inmediato, sin gastos ni esfuerzos enormes, pero muchos lectores han enviado al Buzón de este periódico sugerencias con este propósito. Una de ellas es tan obvia, que resulta inexplicable que no se haya aplicado: impedir de manera drástica el estacionamiento en la Calle Larga, teniendo en cuenta que a pocos metros hay dos parqueaderos (el del Centro de Convenciones y el del Centro Comercial Getsemaní) y sancionar fuertemente a quienes insistan en hacerlo. Otra es dejar la Avenida del Pedregal en un solo sentido, de la esquina de la Calle Larga hacia el sitio donde antes quedaba el Monumento a los Zapatos Viejos. La primera medida exige, por supuesto, una voluntad férrea de aplicar la autoridad, disponiendo agentes de tránsito permanentemente durante varios meses, hasta cuando se erradique la costumbre de estacionar donde está expresamente prohibido. La segunda, exigiría un análisis previo que diga si la circulación en un solo sentido en la Avenida del Pedregal provocaría problemas o embotellamientos en otros puntos cercanos. El asunto es que debe actuarse ya, porque así como solucionar uno por uno los problemas simples, permite al final remediar una dificultad compleja, dejar que cada simple molestia persista provoca al final que se produzca una molestia descomunal. Cuando los ciudadanos vean que las restricciones dan resultado en la tarea de agilizar la movilidad, seguramente colaborarán voluntariamente a respetarlas.

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