Esta ha sido la práctica habitual en la disposición de estos desechos, de la producción industrial mayoritariamente, pues a las grandes empresas que los producen les sale más barato pagarle a un país poco desarrollado para que los almacene, que someterlos en su propio país al tratamiento adecuado.
A pesar de eso, y a pesar de los grandes logros que ha obtenido el Convenio de Basilea en reducir estos movimientos transfronterizos, y de apoyar a los países pobres en el tratamiento seguro y ecológico de estos desechos a través de centros especializados, sólo en la Conferencia de las Partes de este tratado firmado por 170 países que se realizó en Cartagena, pudo aprobarse la herramienta más importante y más eficaz en la práctica, que, como dijo la directora de Asuntos Económicos, Sociales y Ambientales de la Cancillería de Colombia, Paula Caballero, “es un mensaje político que demuestra la vigencia del objetivo que se trazó la Convención hace más de 20 años, y que le hace ganar un nuevo ímpetu, un segundo aliento”.
Uno de los mayores problemas que enfrenta nuestro planeta en materia de contaminación, es el destino de las “sobras” de la tecnología y el progreso industrial, pues no se ha logrado imponer una producción más limpia, y no hay métodos fáciles y baratos para eliminar esa “basura” sin producir daños al medio ambiente y a la salud de la gente.
Aunque no hay cálculos exactos sobre el volumen de desechos peligrosos, algunas organizaciones ambientalistas aseguran que, siendo conservadores en su estimación, en el planeta se producen 400 millones de toneladas métricas al año de basura peligrosa.
Entre esa basura se encuentran los desechos biomédicos y sanitarios, los aceites quemados, los plaguicidas basados en sustancias nitrogenadas, productos y residuos químicos en general, plásticos y metales dañinos, y sobre todo, cientos de millones de televisores, celulares, computadores, pilas y dispositivos electrónicos, que terminan en cualquier lugar improvisado como basurera, pese a ser los mayores emisores de aditivos plásticos y metales pesados como plomo, mercurio y arsénico.
La paradoja es que los desechos no sólo son una amenaza para el planeta, sino también podrían ser una fuente de metales y sustancias valiosas y útiles en procesos industriales, de manera que si se trataran con criterio de reciclaje, podría reducirse notablemente el volumen de material dañino, al tiempo que se obtendrían utilidades adicionales.
Probablemente muchos habitantes de Cartagena no saben de la importancia que está reunión de Cartagena tuvo para el planeta entero, pero aunque no se dediquen a saber de ella, lo que aquí se decidió afectará positivamente sus vidas en el futuro, con lo cual se contradice la creencia común de que todas las convenciones internacionales que se hacen aquí sólo tienen carácter protocolario.
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