Editorial


Vías poco cordiales

Hace algunas semanas hablábamos de la incomunicación vial del Departamento de Bolívar, atribuible a la desidia e incompetencia de su dirigencia política y privada para promover el desarrollo regional con fundamento en grandes obras de infraestructura, dentro de las cuales las vías de comunicación son eslabón fundamental. Entonces señalamos como una vergüenza que la arteria principal de nuestro territorio, la carretera Troncal de Occidente, se encontrara en mal estado, situación que se mantiene a pesar de los paños tibios aplicados por sus concesionarios en las últimas semanas, que aplacan el mal sin curarlo. Pero ahora el turno es para el estado deplorable de la carretera de La Cordialidad, que constituyó la primera y mayor inflexión vial del Caribe colombiano cuando se construyó en la centuria pasada y que acabó con la escalerilla y polvareda tortuosa de más de ocho horas entre las dos ciudades principales del litoral Caribe. Ir a Barranquilla entonces era una aventura. Hoy esa vía, en muchos de sus tramos, especialmente los correspondientes al Departamento del Atlántico, es una trocha, por el deterioro de su calzada estrecha, que clama por una intervención pronta y definitiva que lleve a término el proyecto de doble calzada que avanza sin ningún afán en territorio bolivarense, aunque va menos lenta que la doble calzada por la Vía del Mar. Varios de sus tramos, como algunos antes de la población de Luruaco, viniendo desde Barranquilla, podrían ejemplarizar lo que no debe ser una arteria vial por su deterioro, con promontorios de concreto intransitables y peligrosos, que atentan contra la seguridad y que dañan los vehículos. Hay resaltos para aminorar la velocidad que no están bien pintados, ocasionando que muchos vehículos se los “coman”, dando grandes saltos, dañinos y peligrosos. Otras vergüenzas son el carreteable entre La Cordialidad (Santa Catalina), Lomita Arena y Galerazamba, y el ramal al Volcán del Totumo, hace algunos meses -mediáticamente reivindicado como territorio bolivarense por nuestro gobernador encargado-, que siguen allí como si nada. También se “destaca” por su estado malo el ramal desde La Cordialidad hasta Santa Rosa de Lima, Villanueva y San Estanislao de Kotska (Arenal), con puntos injustificables como el tramo de algo más de un kilometro en cercanías de Santa Rosa de Lima, y el trayecto hasta Villanueva. Han sido arreglados varias veces, pero el dinero se ha botado en cada intento por la mala calidad de trabajos y materiales. Y ni qué decir del tramo desde San Estanislao de Kostka (Arenal) hasta el puerto de transbordo sobre el Canal del Dique, que conduce a Soplaviento, y el que comunica a esta población con San Cristóbal, además del carreteable de San Estanislao de Kostka (Arenal) a Arjona, y el de Cipacoa hasta Turbaco, pasando por Cañaveral, poblaciones localizadas en las goteras de la capital de Bolívar. No podemos hablar de calidad de vida rural cuando estas trochas siguen atrasando el desarrollo del norte del departamento, y son uno de los factores de abandono que aburren a los campesinos, quienes terminan emigrando a los cinturones de miseria de Cartagena. Aquí se requiere más acción y menos retórica, especialmente de esa que pulula en épocas preelectorales.

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