Editorial


¡Qué basurero!

En muchas ocasiones nos hemos referido aquí a la falta de conciencia de la población en cuanto a las basuras. El centro de la ciudad amanece bien barrido, pero al poco tiempo, las calles y cunetas comienzan a tener vasitos plásticos arrojados por los tomadores de tinto, sin que los vendedores hagan un esfuerzo por recogerlos, y por aconsejar a su clientela a no lanzarlos al suelo. Algunas personas sorprendidas al botar los vasitos a la calle llegan a decir que lo hacen para ayudar a garantizar que los “escobitas” tengan trabajo, ya que creen que no los contratarían más si la ciudad se mantuviese limpia. Es decir, que la solidaridad mal entendida es una de las motivaciones para el desmadre en las basuras. Los alrededores del antiguo Reloj Floral, ahora convertido en parque y en centro de distribución de bolsitas de agua en los buses que paran en los semáforos, están llenos de estas fundas sintéticas que los pasajeros arrojan a la calle apenas consumen el líquido. A los conductores de bus tampoco se les ocurre mantener una caneca o bolsa a la mano para las basuras de sus pasajeros, así que se ven muchas manos saliendo por las ventanas para botar desechos de índole diversa además de las bolsitas de agua vacías, especialmente empaques de comida chatarra y cáscaras de frutas compradas a los vendedores esquineros. Por otro lado, la ausencia de canecas en las calles principales es notoria. Si no se ha desarrollado una cultura de poner las basuras en los recipientes indicados porque estos faltan, mucho menos se le puede exigir a los habitantes que pongan algunas de las basuras en sus propios bolsillos a la espera de encontrar una caneca, en vez de arrojarlas en la calle, como sería el caso de las tapas de gaseosas y de botellas de agua, o de bolsas desocupadas. A pesar de todos los obstáculos mencionados antes, hay muchas cosas que se pueden hacer para evitar que la ciudad y los pueblos aledaños estén convertidos en unos basureros impresionantes, además de deprimentes. Así como los “Vales del Almirante” emprenden campañas cívicas, como la reciente para enseñar a los conductores a parar en las “cebras” y a los peatones a usarlas, también podría implementarse una cruzada que incluya premios y castigos para quienes arrojen basuras a las calles. Todos los vehículos, especialmente los públicos, deberían estar obligados a llevar bolsas para depositar basuras. También es indispensable dejar de hablar tanto respecto a las canecas y asegurarse de que la ciudad esté dotada con una cantidad suficiente de ellas. Las empresas de recolección y disposición de basuras también deberían estar bien auditadas, especialmente en las áreas periféricas de la ciudad, en dónde el problema es mayúsculo. Los servicios malos o inexistentes en algunos pueblos, sumados a la falta de educación de muchas personas, han convertido las carreteras en un basurero a cielo abierto casi ininterrumpido entre, por ejemplo, Arjona y Turbaco, Turbaco y Turbana, Turbaco y Ternera, y ni hablar de la circunvalar o de las variantes, todas atiborradas de desechos domésticos. Las basuras en las calles de Cartagena y carreteras de Bolívar son otra muestra del fracaso de la institucionalidad, que debería ser corregida de inmediato.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS