Editorial


¿Falta otra violación o un asesinato?

La violación de una joven de 25 años ocurrida a las 3 de la mañana del lunes pasado en los manglares de la Vía del Mar, y no a una hora distinta como informaron otros medios -la hora la ratificó la joven en la audiencia ante las autoridades, tal como la publicamos en El Universal ayer-, a la altura del edificio Atabeira, en La Boquilla, es otro aviso más de la inseguridad de ese sector, agravada por la falta de un alumbrado público eficiente, que desaparece totalmente al norte de ese poblado costanero.Venimos insistiendo en este espacio desde hace ya mucho tiempo que no puede haber seguridad confiable en la Zona Norte sin al menos un alumbrado público confiable. Es lo menos que puede hacer el Distrito para respaldar las inversiones enormes que hace la empresa privada en esa zona de expansión urbana, y que le produce impuestos copiosísimos al erario.
Es obvio que si el que hay entre Crespo y los puentes de La Boquilla, intermitente y débil, tuviera la potencia y frecuencia que requiere una zona de esa importancia, le hubiera dificultado la violación a los delincuentes al hacer posible que de los edificios hubieran visto el abordaje que le hizo uno de los malandros a la joven cuando caminaba frente a los edificios, desde donde la obligaron a cruzar hacia el manglar. También se dificultarían los atracos y raponazos frecuentes de la zona, algunos reportados a las autoridades y otros no.
Afortunadamente, la Policía actuó en tiempo récord y capturó a dos sospechosos reconocidos por la propia víctima, ambos habitantes de La Boquilla, pero ambos capturados fuera de la población, uno en Manga y otro en inmediaciones de La Tenaza. La red de cooperantes de La Boquilla fue activada por las autoridades y ayudó a producir resultados tan rápidos, legal y jurídicamente sólidos.
La zona de La Boquilla dejó de ser lo que era hace años: un pueblecito tranquilo de pescadores, donde todos se conocían. La situación ahora es diferente, y a la vez parecida a la del resto de las poblaciones locales y del país. Junto con mucha de la gente buena que ha llegado de otras partes, se han colado también malandrines de cuidado, depredadores del resto de los habitantes sanos. Y los habitantes de las nuevas edificaciones de la zona son una presa apetecida por dichos maleantes.
Este sector necesita una atención especial del Distrito en todo sentido, además del alumbrado público mencionado. También necesita alumbrado en las playas, al igual que un sistema de salvavidas y paramédicos capaces de responder a emergencias como la del abogado barranquillero recientemente ahogado allí. El incremento exponencial en la población del área causado por los edificios y hoteles, además de la inmigración al pueblo y a los barrios de invasión surgidos en las playas y manglares, también amerita un hospital de cierta complejidad más que un puesto de salud mal preparado y peor equipado.
El Distrito no debe esperar otra violación, asesinato o ahogamiento en la zona para solucionar estos y otros problemas causados por su crecimiento explosivo, pero predecible.

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