Editorial


“Alto riesgo”, ¿hasta cuándo?

Cartagena está plagada de viviendas de “alto riesgo” en barrios marginales habitados por pobres de solemnidad, la mayoría de los cuales invadieron tierras públicas y privadas en las que a nadie se le ocurriría vivir, salvo a quienes no tenían opciones distintas. Ya se sabe que el desarrollo urbano de la mayoría de las ciudades de Colombia se ha hecho mediante la ocupación ilegal de terrenos, promovida a veces por politiqueros en trance electoral, y otras veces por “urbanizadores” piratas que poco les importa la gente que estafan. También hay invasores profesionales quienes ocupan lotes para revenderlos a gentes muy necesitadas. Cartagena ha sido un imán para la inmigración de personas de otros lugares de Colombia por tener la imagen de emporio turístico, un mito cuyo imaginario incluye empleo fácil y dólares a tutiplén, hasta que los recién llegados enfrentan la realidad de las barriadas marginales y engrosan las filas del rebusque. Otra fuente de población más reciente ha sido el desplazamiento forzado por la violencia guerrillera y paramilitar en los campos del país, que sucedió al desplazamiento económico mediante el cual los pobres rurales se mudaban voluntariamente a Cartagena para buscar fortuna aquí, como mencionamos antes. Eso explica que miles de personas vivan en rellenos hechos en la Ciénaga de la Virgen y demás cuerpos de agua, que se inundan con facilidad durante la época de lluvias, o que se hayan fundado barrios enteros en tierras bajas que han sido desagües naturales de cuencas hidrográficas aguas arriba, como sucede en Policarpa, en donde a nadie sin necesidad se le ocurriría construir una casa. También hay otra razón para el calificativo de “alto riesgo”, como son las urbanizaciones con vivienda de interés social (VIS) desarrolladas por constructores inescrupulosos en terrenos inadecuados, resultando en casas destruidas por la falta de estabilidad de la tierra y la poca calidad de los materiales de construcción. Todas estas invasiones, urbanizaciones piratas, al igual que desarrollos formalmente legales, pero inescrupulosos, contaron con la complicidad de las autoridades, a veces por omisión, pero también por comisión, hasta que el asunto se salió de las manos y en Cartagena predominan los tugurios. Hay investigaciones diversas en la ciudad para tratar de resarcir los daños, aunque nadie podrá recuperar una vida perdida, como la de Rafael Pautt Sáenz, un joven que cumplió 16 años, a quien la cayó encima una losa de cemento de una terraza que se desprendió de un piso superior en su casa del barrio 20 de Julio. Por fortuna no hubo más muertos, ya que varios miembros de la misma familia acompañaban al joven en ese lugar. Es indispensable que las autoridades del Distrito y la ciudadanía jalen juntos para asegurarse de que los proyectos de VIS que se realizarán Cartagena, especialmente la Ciudad del Bicentenario, en la que la Administración espera entregar en diciembre 1.500 viviendas de un total de 15.000 al culminar las obras, se realicen con eficiencia y pulcritud para que miles de ciudadanos cartageneros puedan dejar atrás la miseria de vivir en “alto riesgo”.

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